Una de las claves más importantes para la felicidad es saber agradecer. Cuando aprendemos a ponderar las cosas buenas que tenemos por encima de las que nos "faltan" nuestras vidas cambian maravillosamente. Agradecer en lugar de ambicionar es la mejor forma de encontrar la paz y la felicidad; sin embargo, debe acompañarse de otra virtud de la que pocas veces se nos habla y es igual de importante: saber recibir.
Cuando vas a tener visitas preparas tu casa para que cuando lleguen la encuentren limpia y acogedora; lo mismo debe ocurrir con tu espíritu, que para poder recibir debe estar en paz y en equilibrio.
El problema es que las personas solamente somos capaces de recibir lo que creemos merecer y muchas veces nuestra autoestima nos impide sentirnos merecedores de todo lo que se nos ofrece. Así, ante un regalo, un don o una oportunidad vacilamos, nos angustiamos y terminamos por perderlo. Aprender a recibir todo lo bueno que la vida tiene para nosotros no es sencillo, sobre todo si durante años nos hemos sentido poco capaces o dignos, pero es posible. Lo primero que tienes que hacer es hacer las paces contigo mismo:
El filósofo y poeta árabe Gibran Khalil alguna vez escribió: "Es triste abrir la mano vacía y que nadie ponga en ella nada, pero es aún más triste abrir la mano llena de dones y que nadie quiera recibirlos".