Quizá te ha pasado que después de las vacaciones... ¡necesitas descansar de las vacaciones! Si esa frase te suena familiar, es posible que no suelas considerar lo suficiente a tu cuerpo energético en tus planes.

Así que para las próximas vacaciones que tomes, procura hacer un cambio en tu rutina. En lugar de “huir” de la ciudad en busca de un poco de calma (que más bien se convierte en largas horas de camino y saturación en el destino), podrías intentar un descanso que no sólo te permita cambiar de ambiente sino también recargar tu energía.

A continuación, encuentra tres rutas de viaje interior para relajar no sólo el cuerpo, sino también la mente y el corazón.

La ruta de las ruinas

Se trata de recorrer todos esos resentimientos, culpas y patrones mentales que te han hecho perder la sonrisa y la confianza, ya sea en ti mismo o en los demás. Sí, es “turismo” extremo pero también muy liberador. Para descubrirla necesitarás tiempo a solas y mucha resistencia, pues el camino no es sencillo… ¡encontrarás varias piedritas en el zapato! 

Una buena forma de empezar es trazar el mapa: toma una libreta y ocupa todas las hojas que necesites para responder tres preguntas: ¿Quién te ha lastimado? ¿Ya lo perdonaste? ¿De qué forma te afecta eso todavía hoy? 

Puedes extenderte tanto como quieras en la exploración; es buena idea regresar al ejercicio durante varios días porque la introspección se convierte en una catarsis que encuentra varios escapes en los que influye desde tu humor hasta el clima. 

Esas tres preguntas te darán mucho más que tres respuestas; conforme avanzas, sentirás el alivio de atreverte a escribir asuntos que quizá ya ni recordabas. Es como arqueología de la conciencia.

La ruta del antojo

Esa fantasía de hacer solamente lo que se te antoja parece inalcanzable casi todos los días. La realidad es que la rutina está llena de “tengo que” y entre todas esas responsabilidades y pendientes resulta difícil imaginar un día sin obligaciones. 

Si puedes probar este descanso, ¡ni lo dudes! Se trata, básicamente, de vivir a tu antojo durante uno o algunos días. Date permiso de dormir hasta la hora que quieras, quedarte en pijama si así lo deseas, comer lo que normalmente evitas (aunque te guste mucho) porque vives a dieta, servirte una copa de vino, hacer maratón de tu serie favorita o leer el libro que compraste hace 1 año y ni siquiera has abierto por falta de tiempo. 

El reto en esta ruta es aprender a escucharte, descubrir lo que realmente te pide tu cuerpo y el placer que conlleva hacerle caso. No es un paseo solitario, tú decides quién te acompaña. La palabra clave es consentirte. ¡Y a tu corazón le encantará!

La ruta de la seda

Dicen que el silencio es tan suave como la seda. El silencio entendido no como la ausencia de ruido, sino como la armonía entre tu Ser y el universo. Con estas ideas, ya te habrás dado cuenta de que se trata de un viaje con destino a tu tranquilidad. 

Las actividades que incluye son simples, pero no sencillas. De hecho, de las tres propuestas esta puede ser la más desafiante porque requiere encontrar gusto en la contemplación y en “no hacer nada”. Es un paseo desintoxicante, dado que eliminas los estímulos que normalmente te estresan y aturden tu mente. 

Hay muchas formas de abordarla. Por ejemplo, un día sin redes sociales o sin hablar con nadie, una tarde dedicada a escuchar tu respiración, una sesión en la que pones atención a todos los pensamientos que pasan por tu cabeza sin engancharte en ninguno o una hora en la que te enfocas en percibir un aroma que te relaja (pueden ser lavanda y melisa). Si eres una persona inquieta, con más razón tienes que probar esta ruta.

Ojalá que estas ideas te sirvan para tener unas vacaciones que en verdad te regalen descanso y renovación.

NAMASTE.