Existen muchos tipos diferentes de yoga: hatha, binyasa, Bikram, acroyoga y una gran variedad para todos los gustos de quienes se integran a ese mundo. Sin embargo, en los países latinoamericanos se sabe poco acerca del yin yoga, una práctica sumamente introspectiva que puede ser una herramienta perfecta para alcanzar estados de meditación profundos.
El yin yoga nace de la confluencia de conocimientos del taoísmo, la medicina tradicional china y la filosofía yóguica que conocemos hoy en día. Gracias a la combinación de estos tres pilares, no solamente se mezclan los beneficios del yoga tradicional sino que también se trabaja de manera muy profunda con los meridianos (los canales energéticos o nadis) que circulan alrededor de nuestro cuerpo.
Para entender un poco más por qué se llama yin, es necesario tener un panorama de la filosofía taoísta. El equilibrio del orden y el caos es lo que se representa como el tao. No hay yin sin yang, ni viceversa. Yin es todo aquello que es lento, frío, sutil, calmado, la energía femenina. Por eso, se puede decir que el yin yoga es una práctica pasiva pero sumamente profunda.
En cambio, estilos como el Bikram, power o vinyasa son más del estilo yang. Lo ideal es encontrar el estilo que mejor se dapte a ti, a tus necesidades y a lo que buscas con la práctica del yoga.
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El yin yoga suele ser una práctica muy lenta, pero eso no quiere decir que sea fácil. Uno de los grandes desafíos es que las posturas suelen aguantarse de 3 a 5 minutos, e inclusive los yoguis más experimentados suelen quedarse en una asana por más de 15 minutos.
Como todas las disciplinas, siempre hay algunos principios que debemos seguir. Los tres puntos básicos del yin yoga no son nada del otro mundo, pero es muy importante seguirlos para prevenir cualquier tipo de lesión. Un punto esencial es recordar que en yoga nunca debe haber ningún tipo de lesión.
Encuentra tu límite
El yin yoga parece simple, pero las asanas tienen como fin trabajar con los meridianos y tejidos conectivos del cuerpo: fascia, tendones y articulaciones. Esto quiere decir que la práctica es muy profunda. Por ello, el primer principio es encontrar ese punto donde sientes que haces el trabajo, pero sin experimentar ningún tipo de dolor. En yin yoga hay cero tolerancia al dolor.
Una vez que ya encontraste tu límite, es el momento de poner a trabajar la paciencia y calmar la mente. Lo importante en este punto es que no luches en contra de los pensamientos que te surgen, sino que los reconozcas, los respetes y los dejes ir sin aferrarte a ellos. Simplemente respira y deja que tu cuerpo ceda poco a poco. La respiración será tu mejora aliada en el yin yoga, siempre te ayudará a regresar la atención al aquí y al ahora.
Cuando encuentras el límite y la tranquilidad en tu mente, entonces estás preparado para aguantar la asana por el tiempo que tu maestro lo indique. Recuerda: si tienes alguna sensación de dolor, hormigueo, calambres o sientes algo raro en tu cuerpo, lo mejor es que salgas de la posición.
Practicar yoga puede tener un gran impacto en tu vida diaria, no solamente de forma física, sino que también aporta grandes beneficios en la mente y emociones.
El yin yoga no es la excepción y puede ser una herramienta perfecta para cultivar la paciencia contigo mismo y los demás, el amor propio y la aceptación de las cosas como son en el presente.