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Ikebana: el antiguo arte japonés de meditar con flores

Octubre 19, 2020

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  • El ikebana también es conocido como kadō, "el camino de las flores"

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  • La práctica del ikebana es una filosofía de vida y una técnica milenaria para conseguir paz mental

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En la cultura japonesa hay una gran adoración a la naturaleza, de la que se ha hecho todo un arte. No sólo se trata de la expresión de los objetos como algo estético; hay prácticas que van más profundo, como la técnica floral ikebana.

 

El ikebana surgió tras la llegada del budismo a Japón y en un principio se usaba como ofrenda en el altar de Buda, para expresar amor y respeto tanto a la divinidad como a los difuntos. No importaba el orden o significado del ramo, sino la intención con la que se entregaba.

 

Pero un sacerdote budista decidió que la ofrenda de flores a Buda debía implicar más esfuerzo por parte de quien las dejaba, por lo que creó diseños de arreglos florales que simbolizaban todo el universo: de forma armoniosa, se representaba el cielo, el mar y la tierra. 

 

Con el paso de los años el ikebana ha evolucionado en diferentes escuelas y estilos, con variaciones y un incremento tanto de disciplina como de significado.

 

Meditación con flores

El origen del ikebana se remonta a las ofrendas a Buda, pero también era un recurso que los samuráis utilizaban para alcanzar la tranquilidad y serenidad: cortaban ramas, hojas y flores de sus jardines para brindar paz a sus almas tras los combates en la guerra.

 

En la actualidad esta práctica tiene más importancia como una forma de meditación sobre el paso de las estaciones, el tiempo y sus cambios. Sus orígenes religiosos, junto con el vínculo con el ciclo de vida (nacer, crecer, morir, renacer), le dan un profundo significado espiritual. 

 

"He llegado al ikebana por un encuentro, y me quedé porque ahí hallé cómo alimentar mi fascinación por el equilibrio", señala Boris Furlan, fundador de Sitio Serendipia, una plataforma que ofrece experiencias significativas, una de las cuales es el ikebana: "Durante muchos años, he disfrutado encontrar equilibrios en medio de la naturaleza. Me gusta construirlos efímeros y armoniosos; frágiles e improbables". 

 

Furlan, francés de nacimiento pero viajero incansable, explica que se inició en el ikebana gracias al amor, "y encontré entre las flores una forma aún más poética de construir equilibrios, con nuevas e infinitas posibilidades". Expresa que buscar el equilibrio con flores o con piedras implica las mismas emociones y la misma ceremonia.

 

"Son caminos que me llevan de igual manera a una meditación activa que exige que se vacíe la mente de toda ansiedad, en una búsqueda absoluta de sentir el momento", donde son precisos la paciencia, la concentración y la aceptación de lo ineluctable. 

 

Ikebana para todos

El ikebana lo puede hacer cualquier persona que quiera empezar un camino de autorrealización, "aquel que quiera entender la vida y sus cambios, encontrar respuestas tan básicas como la evolución y la impermanencia", según comenta Evelyn Alarcón, diseñadora, ilustradora y ceramista, la otra parte de Sitio Serendipia. 

 

Alarcón explica que "el camino de las flores", como también se conoce al ikebana, es parte de las enseñanzas zen que exigen completa entrega al momento presente y hacerse uno con la naturaleza. "Reconocimiento de la belleza y soltura para sostener el instante presente y dejarlo ir", y agrega que el ikebana lo puede hacer cualquier ser humano que ame la naturaleza y encuentre en ella quietud.

 

"El ikebana ayuda a refinar nuestra sensibilidad a través de la belleza, la contemplación y el silencio. Cualquiera que quiera refinar sus sentidos y dulcificar sus sentimientos puede practicarlo", sin importar nacionalidad ni ubicación geográfica.

 

"Al entender que todos estamos conectados a la naturaleza y somos parte de su constante evolución, los límites se disuelven". La gentileza, la compasión, el silencio, la gracia, la quietud, el vacío, son conceptos universales.

 

El camino de las flores

Parte de los principios básicos de este arte son los aspectos simbólicos de cada elemento en el arreglo: "las flores y follajes de los que está compuesto deben ser de temporada y tienen también una carga simbólica única", explica Evelyn. El espacio donde estará el arreglo es otro punto importante, pues "se debe cuidar que sea el protagonista de ese lugar".

 

El ikebana no tiene una finalidad comercial, es un ritual y, sobre todo, una meditación. "Es una ofrenda al momento presente. Y un gozo mirar la vida y muerte de los elementos que lo conforman", que suelen ser ramas, semillas, hojas, frutas y por supuesto, flores.

 

Alarcón señala que la diferencia entre un arreglo floral y uno de ikebana es la intención: "Hacer ikebana me permite ser una persona más compasiva, paciente, gentil y conectada al presente".

 

"Las piedras sin duda se caerán, las flores pronto se morirán, pero este breve momento en el que se encuentra el balance perfecto entre gravedad y gracia, entre luz y sombra, vale todas las horas de intento, todos los diálogos silenciosos con las piedras o las flores", añade Furlan.

 

"Son himnos y ofrendas sencillas en su forma pero profundamente sagradas en sus procesos a la vida misma, al instante suspendido entre pasado y futuro, a nuestra propia fragilidad frente al tiempo que transcurre y a la absoluta necesidad de seguir maravillándose por la belleza".

 

Evelyn y Boris compartirán sus conocimientos sobre ikebana en San Agustín Etla, Oaxaca, del 29 de octubre al 2 de noviembre. 

 

Foto de portada: cortesía de Sitio Serendipia

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