Con el paso de los años, nuestras mascotas empiezan a mostrar señales de envejecimiento que suelen ser normales, como el incremento en las horas de sueño o la aparición de canas en su pelaje. Sin embargo, algunos cambios pueden ser menos bienvenidos, como la aparición de masas en la piel; aunque muchas de estas son quistes o tumores benignos, en algunos casos, nuestros fieles compañeros pueden desarrollar tumores malignos o incluso cáncer.
El doctor Fausto Reyes Delgado, director médico del Hospital Veterinario UNAM-Banfield, señala que el cáncer de mama es uno de los más comunes en perros. "No todos los perros geriátricos desarrollarán cáncer", aclara el especialista. "Pero si llegara a suceder, es esencial comprender cómo esta enfermedad puede afectarlos."
El cáncer se desarrolla cuando las células sufren mutaciones, lo que provoca su reproducción descontrolada. Estas células anómalas suelen evadir las defensas del organismo, lo que facilita su propagación a otros tejidos, un proceso conocido como metástasis. El doctor Reyes recalca la importancia de la detección temprana: "Llevar a las mascotas al veterinario al menos dos veces al año es clave para una evaluación oportuna".
Existen dos tipos principales de tumores malignos, según su origen celular embrionario:
1. Tumores epiteliales: Estos se desarrollan a partir de glándulas y conductos glandulares. En hembras, los tumores de glándula mamaria son de los más comunes, y su riesgo puede reducirse mediante la esterilización temprana, antes del primer celo. En machos, un tumor frecuente es el de la próstata, que también puede prevenirse con la esterilización.
2. Tumores mesenquimatosos: De mayor agresividad, crecen rápidamente e incluyen tumores óseos (osteosarcoma) y de tejido fibroso (fibrosarcoma). El cáncer más común en perros es el linfoma, que afecta al sistema inmunológico, específicamente a los linfocitos.
Detectar el cáncer en tu mascota puede ser complicado, ya que los primeros signos son a menudo los llamados "síndromes paraneoplásicos". Estos síntomas pueden incluir pérdida de apetito, sed excesiva, fiebre, hematomas inexplicables y pérdida de peso. "Es vital recordar que estos signos no siempre son sinónimo de cáncer, pero sí deben motivar una consulta veterinaria", explica el doctor Reyes. El diagnóstico se realiza mediante análisis de sangre, orina, radiografías, ultrasonidos o tomografías.
Uno de los signos más importantes a vigilar es la aparición de bultos en áreas como el cuello, las ingles o detrás de las rodillas, donde se encuentran los linfonodos, que pueden reaccionar de forma rápidamente a una inflamación, incluido el cáncer.
Finalmente, el doctor Reyes Delgado enfatiza: "Tu médico veterinario, con el diagnóstico en mano, será tu mayor aliado en la gestión de esta enfermedad. Juntos trabajarán para garantizar el bienestar y la calidad de vida de tu mascota en este difícil proceso."