Seguramente los rituales más populares son los que hacen los atletas, ya que el contexto deportivo goza de la atención de los medios. Pero en cualquier lugar, en cualquier profesión seguramente nos encontraremos con un ritual. Si viste la película Independence Day, recordarás que Will Smith exige que alguien les dé un puro antes de subirse a la nave con Jeff Goldblum para acabar con los extraterrestres invasores. Bueno, pues ese es un ritual, una especie de dinámica que repites antes de realizar cierta tarea, o al finalizarla. Los rituales son una parte importante de nuestro funcionamiento cotidiano, ayudándonos a mejorar nuestro enfoque, concentración y atención. El ritual se presenta, entonces, como una herramienta para mejorar el rendimiento.
¿Pero por qué existen estos comportamientos aparentemente sin sentido e irracionales? Algunos futbolistas prefieren entrar hasta el último a la cancha, los jugadores de rugby de Nueva Zelanda hacen la danza Haka antes de enfrentarse a su rival. Rafael Nadal, considerado uno de los mejores jugadores de tenis de todos los tiempos, siempre tiene dos bebidas con él. Ahora hay una creciente evidencia científica que demuestra que a pesar de su irracionalidad a nivel superficial, los rituales juegan un papel crucial en la regulación de nuestros comportamientos de desempeño. Los rituales tienen un impacto psicológico. En el imaginario del individuo lo ayudan a correr más rápido, a saltar más alto, a pensar con precisión. ¿Pero cómo exactamente sucede esto? La respuesta radica en el cerebro y su capacidad para manejar la ansiedad y el fracaso de rendimiento.
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Investigadores de la Universidad de Toronto se dieron a la tarea de intentar averiguar el funcionamiento de los rituales en el cerebro, bajo la hipótesis de que el ritual ayuda a mejorar el desempeño de la persona que lo practica, gracias a que se controla la ansiedad, se minimiza el estrés y se pierde el temor al fracaso. El experimento de la investigación consistió en hacer que los participantes practicaran un ritual en su vida cotidiana. Después de 1 semana se midió su actividad cerebral. Mientras eran analizados, el análisis comprendía completar una tarea de reacción, una ronda antes del ritual y otra después. El gancho era que ganarían más dinero si resolvían el ejercicio, pero cada vez que cometían un error, perdían dinero. Los resultados sugerían que el cerebro reaccionaba mejor: los participantes tenían un mejor desempeño o mayor tolerancia al fracaso en las rondas posteriores a la realización del ritual. En otras palabras, se encontró que los rituales desensibilizan la reacción del cerebro relacionada con la ansiedad al error, mitigando la experiencia negativa del fracaso personal.
En la mayoría de los contextos, preocuparse por un posible fallo puede obstaculizar el rendimiento. Es lo que sucede cuando los atletas de clase mundial terminan "ahogándose". Pero el fracaso, en algún nivel, es casi siempre inevitable. Así que la forma en que nosotros (y nuestros cerebros) respondemos a estos reveses es crucial para alcanzar el éxito. Cuando las cosas se ponen difíciles un ritual puede ayudarnos a contrarrestar la ansiedad, el estrés, el temor al fracaso. El ritual nos ayuda a seguir adelante ante la adversidad.
Cualquier actividad puede ser un ritual: usar tu suéter favorito en los días complicados, desayunar algo en especial, tomar una ruta, decir una oración o un poema, etc. Eso sí: tienes que repetirlo; no es necesario que sea diario, sino sólo cuando piensas que tienes que sortear alguna dificultad. Aunque si lo quieres hacer diario, está bien; todos los días son complicados.
¿Tienes algún ritual? ¿Te ha funcionado?
Con información de Psychology Today