Ser una mujer que busca la verdad y, sobre todo, ser tal como es en esencia, quizá tenga algún significado. Tal vez sea la respuesta a la gran pregunta filosófica "¿Quién soy?".
Una Diosa es aquella mujer que ha abrazado la verdad y lo que está fuera de la caja. Busca respuestas más allá de las explicaciones colectivas, ya que quiere salir de la ilusión. A una Diosa la dirige su intuición y sin duda, el corazón.
Este camino implica ir más allá de normas, fronteras, colores, religiones, pensamientos, sectas y grupos de toda índole. Es reconocer que eres una mujer de carne y hueso con todas tus imperfecciones, pero que también contienes a todas las Diosas en ti. Es una manifestación con la ilusión de la dualidad, pero que va más allá de todas las dimensiones.
Es percibir que eres el todo, la partícula, tu propia experiencia y también las experiencias del todo. No tienes forma y sin embargo, en esta vida cuentas con un cuerpo dado. Es un cuerpo maravilloso de mujer que puede distraerte de ese gran todo. Tu cuerpo te puede hacer olvidar o recordar tu esencia divina.
Decreto de una Diosa
Los decretos son poderosas afirmaciones sobre todo aquello que deseas se manifieste en tu vida: amor, abundancia, salud, libertad, armonía y todo lo positivo que te puedas imaginar.
Lo más importante es hacerlo con la fe de que lo que decretas se realizará, con gratitud y en un estado receptivo para que recibas todas esas situaciones positivas que vas a crear.
Cuando necesites reconectar con la fuerza de tu Diosa interior, puedes leer o, mejor aún, repetir en voz alta este decreto.
Decido buscarme en cuerpo, materia, energía, vacío, emociones, pensamientos, en la nada, en mi práctica diaria, en mi fe, en la gracia divina y en mi verdadera inquietud de encontrar a otros, de encontrarme, fundirme y liberarme. Decido no buscar un camino, sino crear el mío propio. Decido brillar con todo, ser un canal; ser, en este cuerpo, el reflejo de la propia divinidad que abraza a la humanidad.
Decido renunciar al qué dirán y al ego, que siempre está ahí. Decido abrazarlo y amarlo; decido abrazarme y amarme. Decido amar al prójimo, es decir, a mi propio espejo. Me observo en lo que me reflejan todos los demás. Decido perdonarme la ilusión de tener algo que perdonar en el otro. Sólo soy yo; el otro es mi reflejo, como yo soy el de él. Todo el tiempo me veo sin reconocerme, sin amarme, y puedo llegar a ser exageradamente dura. Mejor decido ser suave. Decido actuar desde el corazón, con compasión. Soy verdadera aun con el miedo, y me acecho cuando más necesito aventarme a sentir. Decido volver a abrir los ojos cuantas veces sea necesario, aunque se vuelvan a cerrar.
Decido ser congruente con mis sentimientos, palabras y acciones. Decido no dejar de buscar al otro, buscarme, amar al otro, amarme, agradecer, recordar que algo muy grande se me da a cada instante. Y que aunque la cabeza no lo entienda, yo lo puedo entender y entonces, no hay nada de qué preocuparme.
Decido serme fiel, cometer errores con conciencia y reírme. No me tomo las cosas tan en serio. Decido reconocer esa fuerza como ese llanto, esa sutileza y suavidad, como la voluntad infinita de seguir en mi propia búsqueda. Decido callarme cuando no me preguntan; decido pedir ayuda aunque me muerda los labios; decido reconocer la luz del otro sin sentirme menos, sino todo lo contrario. Me siento alegre, crezco en conjunto, nos honramos y reconocemos que somos uno en cuerpos distintos.
Decido viajar en este sueño llamado vida, en el cual sólo se hace realidad lo que yo creo. Todo depende de mis creencias y acciones. Decido no dormirme en esta gran Matrix, no tomar la pastilla azul, ni la roja, y saber que existen muchas más posibilidades. Decido no sólo recordar sino habitar con conciencia, alegría, amor y gratitud esta milésima de existencia.
Decido compartir con quien quiera escuchar, y recuerdo que toda persona es libre de sólo tomar lo que le sirva. Cada quien tendrá que encontrar su propio camino y si ellos se encuentran, yo me encuentro. Si lo logran, yo lo logro. Su alegría es la mía, y su liberación es la de todos.
Decido ver, reconocer, habitar y asumir mi Shakti (energía femenina) y que soy una Diosa; decido hacer consciente a mi Shiva, y los dejo vivir dentro y fuera de mi. Decido ir más allá de esta dualidad y encontrar la fuente de todo, con gratitud, y honrar a cada intermediario. Pero insisto en decidir que mi conexión sea directa, con absoluta confianza, fe y devoción. Y en un camino de alegría, armonía, amor, balance, verdad, salud, gratitud, humildad y congruencia.
Reconozco lo divino en todo sin utilizarlo como pretexto para el libertinaje, sino para la verdadera libertad. Decido vivir una vida eterna y abrazo cada experiencia como única. Decido ver las bendiciones escondidas detrás de cada una y decido ver el plan divino. Veo a mis hermanos de todos los planos, mundos y dimensiones. Decido honrarlos y amarlos como a cualquier otro hermano. Ayudo a descifrar y a entregarme a este gran misterio.
Decido que se caigan las máscaras, mis proyecciones y las proyecciones de otros. Decido amar en libertad, porque nada poseemos. ¿Cómo le puedo decir a mi mano que no se separe de mi pierna, cuando son el mismo cuerpo? Decido honrarme y honrar al otro y así, honrar lo divino en todo.
Decido utilizar la llave secreta que está en mi corazón y que sin ella no se abren las puertas de mi propio cielo. Decido que ese centro amoroso sea la puerta, el camino, y lo fusiono con lo que ni las palabras pueden describir. Decido reconocer al otro y reconocerme, ver a los demás y verme, amar a los otros y amarme, mimar a alguien y apapacharme a mi misma.
Decido hacer de esta creación, una que valga la pena. Despierta dormida, honro y veo el juego. Lo juego en conciencia. No me olvido de que es sólo un instante en el no-tiempo. Decido contemplar en la danza infinita y bailarle al silencio. Decido perderme en los brazos del otro y sentir sus latidos. Fundirnos en uno. Decido creérmela y creerle al otro, y que cada momento dure un rato más en este despertar, hasta estar totalmente despierta y ahí... ver el nuevo plan para acercarme un poco más a mí, y a ti.