La idea suena muy bien, seguro. Pero dedicar 30 minutos al día a meditar en tu horario laboral puede parecer misión imposible. Aunque hay empleos que se prestan, e incluso empresas que consideran de vital importancia comenzar el día con una sesión de relajación y atención plena, la mayoría de las personas se enfrentan con mil y un tareas, emails, llamadas, presentaciones y juntas desde el primer momento en que llegan a la oficina.
Por suerte, hay muchas formas de practicar mindfulness sin tener que hacer una pausa en tus actividades cotidianas. Descúbrelas:
- Estar en el aquí y ahora. Con tantas cosas en la mente, lo habitual es que pases más de la mitad de tu tiempo perdido entre tus pensamientos y que realices las tareas del día de manera casi automática. Una forma sencilla de practicar la atención plena es estar presente, tan simple como eso. Cuando tomes tu café matutino, saques copias o pienses nuevas ideas para presentar en la próxima junta, hazlo de manera consciente.
- Pequeños ejercicios de mindfulness. Ya sabes que no te puedes tomar media hora para meditar con toda la calma del mundo, pero nadie dijo que no te puedes regalar 1 o 2 minutos entre actividad y actividad para respirar profundo y llenarte de energía. Esto también es mindfulness.
- Una cosa a la vez. El concepto de multitasking es cada vez más popular, como si fuera sinónimo de mayor eficiencia y productividad. Sin embargo, es todo lo contrario. Cuando intentas estar en varias cosas a la vez, lo único que logras es que tu cerebro entre en una actividad frenética que no le permite concentrarse realmente en nada. Si dedicas toda tu atención y energía a una tarea, verás cómo sale mucho mejor y más rápido.
- Recordatorios para estar atento. Si notas que pierdes la concentración muy seguido o que te dejas envolver por el mar de obligaciones que implica tu puesto de trabajo, puedes programar una alarma discreta (es decir, que no moleste a los demás). Así, cada vez que escuches ese sonido lo vas a asociar con detenerte un momento, volver al presente y luego seguir con tus pendientes del día (pero de forma consciente).
- Bajar la velocidad para después acelerar. Cuando estás abrumado con la carga de trabajo, lo mejor que puedes hacer es parar un momento (o 7 horas para dormir, depende el caso), para continuar con todas las pilas recargadas y rendir al máximo. Esas fechas de entrega no se van a mover, pero tu capacidad de realizar el trabajo sí que cambiará.
- Gratitud, gratitud, gratitud. Un trabajo que no te gusta puede ser difícil de sobrellevar, pero siempre hay un aspecto positivo. Tal vez lo que haces no te encanta, pero agradeces el dinero que fluye hacia ti. Puede ser que el sueldo no sea el ideal, pero sabes que con tiempo y esfuerzo llegará. Si la presión es mucha y te hace trabajar más duro, agradece la energía que inunda tu cuerpo en forma de adrenalina para seguir adelante. Razones para estar agradecido sobran; toma conciencia de ello.
- Cultiva la humildad. Estás seguro de ti mismo y de la extensión de tus capacidades, pero no te dedicas a recordárselo a medio mundo. Sabes escuchar y estás muy consciente de la contribución de los demás para alcanzar las metas como equipo. La humildad va de la mano con la gratitud, y ambos son sinónimos de mindfulness.
- Acepta lo que no puedes cambiar. Ser consciente también tiene que ver con aceptar las cosas tal como son. Esto no significa que te resignes o que te des por vencido. Simplemente te das cuenta de la realidad de una situación, sin querer cambiar nada. Esto te ahorrará muchos disgustos y una gran cantidad de estrés.
Con información de mindful.org