“Quítate el miedo en 10 sencillos pasos”, “Tus sueños están del otro lado de tus miedos”, “El miedo es el camino al lado oscuro”, “Esta es la forma más simple y poderosa de quitarte el miedo”... ¿Te suenan estas frases? Si buscas miedo en Google, seguramente te aparecerán artículos que, o describen y definen qué es esta emoción, o artículos que te dicen cómo quitártelo o cómo vencerlo, es decir, cómo lograr que el miedo ya nunca más vuelva a ser un obstáculo.
Al leer todo lo anterior, me parece que siguen sin quedarnos claras dos cosas: 1) El miedo no se quita, y 2) El miedo es un aliado.
El miedo se genera en el cerebro, en una zona muy antigua, que compartimos con el resto de los mamíferos y algunos reptiles. Si eres creyente de la evolución, sabrás que lo que deja de ser útil y los experimentos fallidos que hace la naturaleza para tu adaptación los desecha, es decir, si en nuestra especie, y en muchas otras, todavía existe el miedo, es porque sirve y es una cualidad adaptativa.
Toma como ejemplo a la poca gente en el mundo que tiene un problema genético que no les permite experimentar el miedo (Urbach-Wiethe es el nombre de dicha enfermedad). Esas personas, constantemente se ponen en riesgo mediante conductas temerarias. Su incapacidad de contactar con el miedo pone, literalmente, su vida en riesgo.
Ahora, en la vida diaria puedes empezar a notar algo muy curioso con el miedo, y es lo que éste nos muestra. Según varios teóricos del comportamiento humano, el miedo aparece cuando percibes una amenaza, algo que tú has significado como una situación que atenta contra tu vida o contra algo que valoras muchísimo en ella. Es aquí donde el miedo se presenta como un gran aliado, y si sabemos escucharlo, entonces podremos cuidar eso que para nosotros es importante.
A mi me dan miedo las alturas, me da miedo perder a mi esposo y lo que considero una maravillosa relación de pareja, me da miedo no poder tener hijos y me da miedo la crisis pandémica… y está bien que todo esto, y más cosas, me den miedo. Es en mi miedo en donde puedo hacer algo para cuidar eso que quiero y es valioso para mí.
Si me da miedo perder mi matrimonio y escucho a mi miedo, entonces puedo hacer cosas para cuidar mi relación. Si me dan miedo las alturas, entonces puedo hacer que un viaje en globo sea seguro para mí al tomar acciones valientes. Escuchar al miedo no significa quedarte en la cobardía y no hacer nada, significa ser valiente: actuar con todo y miedo, dejando que éste te cuide.
Me he dado cuenta de que no es necesario poner al amor sobre el miedo, porque son cosas completamente distintas. El miedo, de hecho, te ayuda a ver lo que amas. Mejor le doy la bienvenida a ambos. Ser valiente es aceptar la incomodidad del miedo y tomar riesgos, y es en esta incomodidad en donde está el crecimiento y la conexión con el otro.
Me tardé semanas en escribir esta columna, porque me da miedo, y porque sé que una vez publicada no hay vuelta atrás, porque quiero ser congruente y usarme de ejemplo al buscar al miedo a propósito.
Quiero que tú que me estás leyendo seas testigo de mi vulnerabilidad, de mi capacidad de hacer cosas que me dan miedo y de lo que obtengo al hacerlo. Me da mucho miedo parecer la mujer más arrogante a través de estas palabras (supongo que a veces sí soy arrogante), pero lo que más quiero hoy es poder inspirar a la gente a escuchar a su miedo, porque me consta que al hacerlo es donde se puede encontrar el valor propio, la conexión con las personas y el amor.
Hoy me reto y te estaré compartiendo por este medio mis historias y lo que aprenda en el camino. Llevaré a cabo acciones valientes y buscaré activamente estar en situaciones que me den miedo y me generen incomodidad para experimentar mi hipótesis: que es ahí donde podré reconocerme, crecer, aprender y conectar.
¿Te unes?
Texto escrito por Adriana Carrillo (@adriterapeando), de Evolución Terapéutica.
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Foto de portada: Sammie Vasquez en Unsplash