Actualmente se habla mucho del desapego, de no aferrarse a las personas y tampoco a las cosas, ideas y actividades. Cortar lazos, soltar y dejar ir, es lo de hoy.
Con esta filosofía, pareciera que el apego es algo malo de lo que todo mundo debería huir y deshacerse. Pero no siempre es así. Cuando va de la mano con el equilibrio, la autoconfianza, la independencia y la confianza en los demás, el apego también tiene una cara muy positiva.
En pocas palabras, es un vínculo emocional intenso que se desarrolla entre dos personas, se mantiene a través del tiempo e implica un intercambio de consuelo, cuidado y placer. Lo más usual es hablar de este vínculo en el contexto de la relación entre un niño y la persona que se encarga en mayor medida de su cuidado, que por lo general es su madre.
Existe una teoría del apego, que fue desarrollada por los psicólogos John Bowlby y Mary Ainsworth en la década de los años 60 del siglo XX, y dice que existen cuatro tipos de vínculos de apego: seguro, ansioso, evitativo y desorganizado.
De acuerdo con dicha teoría, el desarrollo de cada tipo de vínculo depende tanto de la conducta mostrada por la persona que cuida al niño, como del temperamento del pequeño y de las circunstancias en las que se da su relación.
Bowlby creía que el apego tenía el componente evolutivo de ayudar a la supervivencia, ya que la tendencia a crear fuertes vínculos emocionales con determinados individuos es un componente básico de la naturaleza humana.
Algo muy importante es que el tipo de apego que desarrolla una persona durante su infancia determina en gran medida su personalidad y el tipo de relaciones que mantendrá durante su vida adulta.
A continuación puedes conocer más acerca de cada tipo de apego, y si no te queda claro cuál de ellos te corresponde, en este enlace puedes encontrar un test que te ayudará a saber cuál es el que más encaja contigo.
Se da cuando los niños muestran cierto malestar cuando su cuidador se aleja de ellos, pero confían en que va a regresar, por lo que se sienten protegidos por esa persona y saben que pueden contar con ella.
Los niños con apego seguro tienen una mayor confianza en sí mismos, son más capaces de formar relaciones sanas a nivel emocional y tienen una mayor confianza en otras personas, por lo que se sienten más capaces de explorar su entorno activamente. Además, si se sienten asustados o vulnerables, piden apoyo a sus padres de manera directa.
En su vida adulta, las personas que desarrollan apego seguro tienen una mejor autoestima, mayor confianza en sí mismos y en general una actitud más positiva hacia la vida y hacia sí mismos. Así, son capaces de formar relaciones románticas y de amistad más sanas que el resto.
En el ámbito amoroso, suelen confiar más en su pareja, presentan una mayor satisfacción con su relación y no necesitan tener a la otra persona a su lado todo el tiempo para sentirse bien y seguros. Estas relaciones suelen tener características como honestidad, independencia y conexión emocional.
¿Cómo se forma el apego seguro? El factor más importante en su desarrollo es la manera en la que responde la madre (o el cuidador principal) a las necesidades del niño durante su primer año de vida. Si cuando llora o requiere atención la madre reacciona rápidamente y le da lo que necesita, es muy probable que se forme un vínculo de apego seguro.
Se produce cuando el cuidador principal no está disponible (física o emocionalmente) para hacerse cargo de las necesidades del niño, quien desea el contacto con esa persona pero no confía en que esta situación se produzca, ya que cuando lo ha necesitado no ha contado con su apoyo.
A diferencia de los niños con apego seguro, los que tienen un vínculo ansioso no confían en los extraños y presentan un gran malestar cuando se les deja con un desconocido. Por otro lado, tampoco se sienten del todo cómodos ante la presencia de sus padres.
Cuando sus cuidadores se alejan de ellos, estos niños intentan evitarlo por todos los medios (lloran, agreden, se muestran alterados), e incluso cuando esas personas regresan a ellos, generalmente siguen desconsolados y son muy difíciles de calmar, o bien, se alejan como si estuviesen enfadados. Por otro lado, muestran menos conductas de exploración, son menos sociables y tienen una autoestima baja.
En la vida adulta, quienes tienen apego ansioso tienen una menor autoestima, dificultad para tomar sus propias decisiones, y un nivel mayor de miedo. Presentan dificultad para confiar en los demás, pero a la vez sienten que no pueden estar bien si no cuentan con el apoyo de alguien más. Esto los conduce a relaciones tóxicas (tanto de amor como de amistad) en las que se muestran muy dependientes. Tienen mucho miedo a que el otro los deje y se aferran a él con todas sus fuerzas.
¿Cómo se forma el apego ansioso? Los niños que desarrollan este tipo de vínculo con sus cuidadores tienden a tener padres que, por el motivo que sea, no les han mostrado un apoyo adecuado. Esto puede darse de dos formas: no han respondido a sus necesidades (por ejemplo, lo ignoran cuando llora), o han interferido con sus conductas de exploración y búsqueda de independencia.
El apego evitativo, al igual que el ansioso, se produce cuando los cuidadores no responden adecuadamente a las necesidades del niño, pero en este caso, los pequeños aprenden que tienen que valerse por sí mismos, por lo que no generan un vínculo tan fuerte con sus cuidadores.
Los niños con un patrón evitativo no muestran ningún malestar cuando sus cuidadores se alejan de ellos, ni alegría o enfado cuando vuelven. Tampoco muestran ninguna preferencia entre sus padres y cualquier desconocido, y suelen ser muy sociables y capaces de explorar por sí mismos.
No obstante, aunque en apariencia no sea así, estos niños sí sienten malestar ante la ausencia de sus cuidadores, pero lo ocultan, no lo demuestran. Esto conduce a que su tasa cardiaca sea más elevada y su estrés más alto que en los pequeños con apego seguro.
Los niños con apego evitativo se convierten en adultos que por un lado desean tener relaciones cercanas e íntimas, pero al mismo tiempo valoran muchísimo su independencia y se sienten incapaces de crear vínculos duraderos con otros. Debido a que no confían del todo en los demás, sí se acercan a ellos pero se alejan tan pronto como haya cualquier señal de problemas.
Sus relaciones suelen ser superficiales y se sienten agobiados cuando los demás dependen de ellos. Así, es habitual que eviten las relaciones románticas y se centren en el sexo casual, aunque en ocasiones deseen tener una pareja estable.
Son autosuficientes y aprenden a valerse por sí mismos, por lo que alcanzan muchas de sus metas. En el lado negativo, tienen mayores niveles de ansiedad, su autoestima suele ser muy baja y en muchas ocasiones el miedo los domina.
¿Cómo se forma el apego evitativo? Se desarrolla cuando los intentos del niño por crear una relación más profunda con sus cuidadores son ignorados. Y también puede surgir cuando el cuidador utiliza al niño para tratar de cubrir sus propias necesidades. Por ejemplo, si la madre busca aliviar su soledad con la compañía de su hijo, o si lo tuvo con el fin de llenar sus propios vacíos emocionales, el niño puede sentirse agobiado y por ello tratar de evitar formar conexiones emocionales con otras personas.
No es tan común como los otros tres tipos y se caracteriza por ser una mezcla del estilo evitativo y el ansioso, pues los niños muestran una combinación de conductas de ambos patrones en presencia de sus cuidadores y de desconocidos. A veces se sienten muy estresados cuando sus padres se alejan, mientras que otras no muestran ninguna conducta de enfado o miedo.
De la misma manera, en ocasiones se sentirán inseguros y no podrán explorar incluso con sus figuras de apego cercanas, y en otras actuarán de forma totalmente independiente. Su relación con los desconocidos sigue un patrón similar, en el que a veces confían y a veces desconfían de ellos.
Los adultos que crecen con este tipo de apego son inseguros y necesitan tener relaciones profundas y románticas, pero a la vez le tienen miedo a estas situaciones. Así que suelen pasar de buscar la cercanía al agobio y la evitación de las conexiones emocionales, lo que en el terreno amoroso los lleva a pasar de una relación a otra, y a sentir malestar en la soltería y al estar en pareja.
¿Cómo se forma el apego desorganizado? Aunque no está muy claro, los expertos consideran que surge cuando los cuidadores no son capaces de responder adecuadamente a las necesidades del niño, quien aprende que no puede valerse por sí mismo y que necesita a sus padres, pero a la vez, también desarrolla cierta independencia de ellos y trata de ignorarlos. Ambos tipos de conducta se alternan a lo largo de su vida.
Si te identificas con alguno de los tipos de apego no seguro y sientes que las conductas que ese patrón creó en ti afectan tu vida, tu bienestar y tus relaciones, procura aumentar la seguridad en ti mismo, para que así puedas empezar a confiar más en los demás y a tener relaciones más saludables con quienes te rodean.
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Además, lo ideal es que busques ayuda profesional con el tipo de terapia que mejor vaya con tus necesidades. En este enlace puedes encontrar una guía sobre los tipos de terapia que existen, para que decidas cuál es la más adecuada para ti.
Con información de Lifeder y Psicología Online