Padecer demencia senil u otra enfermedad neurodegenerativa no es una de las mejores formas de llegar a la vejez. Es quizá lo opuesto de la idea filosófica de que el sentido de la vida es prepararse para la muerte. Una persona que ama la vida debería querer llegar a la muerte con la mayor conciencia posible.
La demencia senil y otras enfermedades neurodegenerativas están al alza y son de los problemas de salud más importantes en la actualidad. Generalmente, se considera que existen diversas causas que la producen. Pero, como nota la investigadora Kyle Fuller, existe una causa más recurrente en los estudios científicos y que, además, es consistente con el cuadro general de este tipo de males. Por lo mismo, dicha causa es seguramente determinante: el estrés.
Aunque a primera vista esto parecería una simplificación, es fácil darse cuenta del efecto que tiene el estrés en el funcionamiento diario de la mente. Cuando estamos estresados nuestro cerebro y nuestra memoria dejan de funcionar óptimamente y, cuando esto se vuelve un patrón recurrente, el resultado puede ser el desarrollo de enfermedades crónicas.
Fuller cita diversos estudios. En uno de ellos se concluyó que el estrés crónico incrementa significativamente la posibilidad de que las mujeres desarrollen demencia. En otro estudio de 2013 se encontró que el estrés crónico acelera la manifestación del Alzheimer. Y en un metanálisis de 2017 se observó que el estrés es un factor que contribuye a la demencia, e incluso se puede predecir la manifestación de la demencia si se tiene en cuenta la cantidad de estrés experimentado cotidianamente.
Según Fuller, aunque existen muchos factores que intervienen –ambientales, de toxinas y genes, etc.– ninguno parece ser tan ubicuo e insidioso como el estrés. Por ejemplo, en el caso de los genes, no existe ningún gen simple, salvo en casos extremos sumamente raros, que codifique demencia senil.
"Mientras investigaba estos síntomas y marcadores biológicos, el camino casi siempre me llevaba al estrés físico y psicoemocional", dice la investigadora. Fuller señala que para los científicos el estrés no es una causa satisfactoria o suficiente que explique el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas y, por ello, tienden a buscar explicaciones más complicadas.
Evidentemente la demencia es un proceso degenerativo multifactorial, pero ningún otro factor parece tener más relevancia que el estrés. Es evidente que el estrés afecta la pérdida de memoria y la capacidad cognitiva. Esto puede comprobarse fácilmente: intenta memorizar algo, por ejemplo, vocabulario en otro idioma, mientras estás estresado. Los resultados no serán muy buenos.
Fuller señala, además, que el estrés tiene un impacto negativo, cada vez más documentado, en el sistema inmune y particularmente en la microbiota. Algunos médicos consideran incluso que la inflamación excesiva es una de las principales causas de la mayoría de las enfermedades modernas.
El problema de decir que el estrés es la causa fundamental de diversas enfermedades es que en teoría es más difícil de tratar que algunas de las otras causas, que tienen una vía farmacéutica de tratamiento más clara. Pero, por otro lado, también es cierto que hay muchas cosas que podemos hacer para combatir el estrés, y que estas tienen la ventaja de no tener efectos colaterales negativos.
Es importante notar que combatir el estrés no significa no exponerse a ningún reto o incomodidad, esto es también malo para el cerebro. Lo importante es que el estrés sea significativo y que tengamos a la vez escaparates de relajación. Aprender otro idioma o aprender a tocar un instrumento musical puede ser estresante, pero a la vez produce una intensa relajación en ciertos momentos y contribuye a cultivar la memoria y la salud cerebral.
Lo más importante que puedes hacer para evitar una enfermedad neurodegenerativa es reducir el estrés, pero, al mismo tiempo, evitar el estrés significa saber exponerse a retos y "presiones" de una manera sana, de tal manera que pueda haber crecimiento y significado en la vida.
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