Uno de los grandes males de las sociedades contemporáneas es el poco tiempo que hay para el ocio, la recreación, el genuino descanso.
Por un lado, quienes trabajan desde casa pueden administrar mejor su tiempo, tal vez no vivir con prisa. Sin embargo, muchos empleadores han adoptado la creencia de que sus empleados, al trabajar en casa, están disponibles más horas de las ocho que son las oficiales como jornada laboral.
Por otro lado, quienes han regresado al trabajo de oficina o cuyo oficio requiere el trabajo presencial, han vuelto a una rutina en la que el trabajo consume la mayor parte del tiempo.
Las ciudades regresaron a sus ritmos caóticos, los traslados toman más tiempo y los centros de trabajo se han vuelto más exigentes con los horarios de sus empleados. Esta combinación de factores está provocando que las personas tengan cada vez menos tiempo para dedicarse a otra actividad que no sea el trabajo.
En específico, está provocando que las personas duerman cada vez menos horas. Muchos expertos en salud ya han enfatizado que la falta y los patrones poco saludables de sueño se han agravado durante los dos años y medio que ha durado la última pandemia mundial.
Debido al poco tiempo para el ocio, las personas están empezando a sacrificar sus horas de sueño para tener momentos de libertad para ellos mismos. No importa la modalidad en la que se haya vuelto al trabajo, la mensajería instantánea y los correos electrónicos hacen que todos podamos estar disponibles las veinticuatro horas del día. Esto hace que parezca que estamos trabajando todo el día.
La realidad es que para muchas personas no es fácil lograr separarse de su trabajo; muchas veces no se trata solamente de ser o no capaces de hacerse tiempo libre, sino que las mismas dinámicas laborales nos caen encima y acaparan el tiempo. Sumemos a ello los ambientes laborales cada vez más competitivos y la presión de estar siempre actualizados y aprendiendo cada vez más habilidades, acumulando más certificaciones, compitiendo con más personas por un salario mayor que nos dé las condiciones para vivir mejor.
Lo que parecía flexibilidad laboral se convirtió en un estar cautivos frente a diferentes pantallas reaccionando a cada correo electrónico, a cada reunión virtual, a la velocidad del tiempo en Internet. En medio de todo esto, ¿cómo es posible hacerse un espacio no sólo para el descanso sino también para el ocio? ¿Vale la pena sacrificar nuestro tiempo libre por conservar un trabajo? No es una pregunta sencilla y no hay respuestas fáciles.
La cultura laboral es tan exigente que no existen respuestas de parte de las empresas para que sus empleados enfrenten al problema de la falta y los patrones irregulares de sueño. Ante este problema no hay una solución institucional, sino que son los empleados, a nivel individual, quienes tienen que ingeniárselas para encontrar tiempo libre. La solución está siendo dormir menos horas. ¿Vale la pena hace esto?
Este fenómeno se suma a otros problemas en el mundo laboral, como las renuncias masivas de trabajadores que prefieren eso a regresar a una oficina. Por suerte, en otros lugares se están llevando a cabo experimentos para reducir las jornadas laborales a seis horas y/o a cuatro días laborales.
Contenido cortesía de Pijama Surf
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