Es bien sabido que para integrar un nuevo hábito a nuestra vida deben pasar 21 días continuos de práctica. Se dice fácil y cuando lo planeas parece cosa de niños; incluso, los primeros días todo parece indicar que el cambio llegó para quedarse, y de pronto… los pendientes de inicio de año empiezan a hacer de las suyas y a complicar todo eso que venía en tu lista de propósitos.
Así como para lograrlo se necesitaban 21 días, para soltarlo pueden bastar 2 días seguidos en los que no hayas podido realizar esa nueva actividad. Y así, si nos descuidamos, se pasan las semanas y los meses sin concretar las aspiraciones de bienestar que alimentó el nuevo ciclo.
Si esta historia te resulta conocida, aquí van tres consejos que te ayudarán a hacer de tus nuevos hábitos una realidad de largo plazo.
Las 3 R's
¿Te acuerdas de los perros de Pávlov? Esa famosa lección de la secundaria en la que aprendimos cómo el sistema de premio y castigo condiciona el comportamiento. Bueno, de esa teoría se deriva el principio de las 3 R's que tantos psicólogos sugieren para implementar un cambio: recordatorio, rutina y recompensa. Puedes usar un post-it, tu agenda, la alarma de tu teléfono o pedirle a alguien de confianza que te lo recuerde a cierta hora; en cuanto recibas el recordatorio, haz eso que te prometiste. La satisfacción de cumplir suele ser suficiente recompensa, pero puedes agregar algún gusto personal.
Uno por uno
Queremos hacer todo: ejercicio diario, desayunar bien, despertar temprano, aprender inglés, pasar más tiempo en familia, meditar, y un largo etcétera. Lejos de ser motivante, tratar de hacer tantas mejoras al mismo tiempo puede resultar abrumador y estresante. Ante la saturación, es normal pensar que no podemos. Impulsar un hábito a la vez y darle su tiempo para integrarlo verdaderamente a tu vida puede hacer toda la diferencia.
Cambios que sí se pueden
Elige bien el hábito al que dedicarás tu energía y define claramente cómo implementarlo. Es importante que no se interponga con actividades que no puedes dejar de hacer o situaciones que escapan a tu control. Por ejemplo, el trabajo, el tiempo que pasas con tus hijos o los traslados en el tráfico. Identifica qué sí puedes modificar para arraigarlo, quizá despertar algunos minutos antes, aprovechar tus horas libres o los fines de semana. Ser realistas es un factor clave.