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Un consejo para entender tus constantes cambios de ideas

Febrero 26, 2018

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Resulta muy, pero muy común, que un día estemos convencidos de una cosa y de pronto, días o semanas después, nos parezca la idea más cuestionable del mundo y entonces cambiemos de parecer. Y por supuesto, puede ocurrir que de nuevo nos pase, repetidamente, en muchísimas ocasiones. ¿Por qué es que sucede esto?

 

Por lo general y en la mayoría de las ocasiones (cuando no se diagnostica algo más complejo) se trata de un estado del pensamiento muy famoso conocido como impulsividad. Este sentimiento es el que nos hace tomar decisiones precipitadas o guiadas no por la lógica y la conciencia, sino por las emociones desbordadas. La impulsividad no forzosamente significa un problema; más bien, en primera instancia, puede catalogarse como un estilo cognitivo donde tendemos a reaccionar de forma inesperada cada vez que hay un estímulo fuerte (ya sea interno o externo) que nos resulte amenazante, dejando en segundo plano la reflexión. Básicamente es una forma de optar por lo que, en dado caso, podría ponernos “a salvo” antes de indagar si aquello que nos confronta representa de verdad un riesgo.

 

Es importante hacer una distinción: una cosa es la flexibilidad de pensamiento, muy natural, conciliadora, coherente y necesaria para enfrentar las transformaciones ideológicas tanto propias como sociales, y otra cosa es la inestabilidad de pensamiento, donde realmente no se ha estado muy convencido de nada o aunque exista la sensación de “convencimiento”, a la hora de cuestionar o poner en palabras los motivos, esa certeza se transforma en inseguridad y falta de argumentación. Teniendo clara esta distinción es fácil identificar cuando alguien puede ceder en sus ideas para dar paso a nuevas propuestas, reflexiones o cuestionamientos, y cuando se trata de una persona que al parecer no ha tenido claridad suficiente en sus necesidades.

 

Sin embargo, cuando ya identificamos que nuestra personalidad tiende a la impulsividad, es importante una primera acción: no juzgarnos negativamente, pues lo más importante para comenzar a entender tus propios procesos mentales es eso, no juzgarnos pero sí tomar en cuenta que muchas de nuestras decisiones afectarán o beneficiarán a otras personas, así que por respeto a ellas, habrá que hacer el esfuerzo de tener claras las convicciones y ser firmes. ¿Cómo se alcanza eso? Analizando los pros y contras que podrían ofrecernos, pensarlos de manera serena y analítica, controlar el impulso de decidir rápidamente y sobre todo, confiar en que estamos en lo correcto por medio de pensamientos positivos, generados por lograr las expectativas que nos atraen de nuestros planes.

 

Ser personas consideradas es una manera de crear empatía por los deseos y necesidades de la gente que directamente se relaciona con nuestra toma de decisiones o claridad de pensamientos. Así que no te sientas juzgado o pienses que hay algo mal contigo, simplemente estaría bien que analices en qué momento conviene tener una idea concisa u opinión que se mantenga y te haya dejado convencido(a), sobre todo cuando hay más gente involucrada contigo en sus consecuencias. Sabemos que cada cabeza es un mundo y tú tienes todo el derecho de construir a tu medida el tuyo, sólo no olvides que entre todos formamos una red de apoyo, de causa y efecto, y para fomentar un flujo estimulante y saludable tanto de información como de acciones, será importante que todos tengamos claros nuestros ideales.

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