Viajamos por todo tipo de razones, laborales, familiares, legales y por inquietudes personales. A veces buscamos renovar nuestra capacidad de sorprendernos frente al mundo y vamos a lugares que nunca antes hemos visitado, para contemplar cosas nunca antes vistas por nuestros ojos. El autor francés Marcel Proust expresó atinadamente que “el verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos”. Viajar tiene consecuencias que nos acompañan de por vida, y uno de sus aspectos más positivos es que nos ayuda a cultivar apertura y receptividad a nuevas ideas y formas de vida; también nos permite “ponernos en los zapatos” de los otros aunque a veces parezcan demasiado diferentes, es decir, enfrentarnos a los demás e ir más allá de las apariencias para desarrollar la habilidad de percibir las emociones de otros e imaginar lo que piensan y sienten. En otras palabras, viajar es una excelente forma de desarrollar empatía.
Los investigadores identifican dos tipos de empatía: la afectiva y la cognitiva. La primera está relacionada con nuestra respuesta a las emociones de otros. ¿Experimentamos tensión o rechazo cuando vemos a otros atemorizados y ansiosos? Por otro lado, la empatía cognitiva es la habilidad que tenemos para identificar las emociones de otras personas y comprenderlas. La empatía es una habilidad que todos podemos desarrollar y tiene una importancia medular para la sociedad contemporánea, pues la empatía precede a los actos compasivos. Si somos capaces de relacionarnos con la experiencia de los demás, abrirnos a sus ideas y comprender sus sentimientos, entonces es más probable que nuestra conducta sea guiada por la compasión.
Te puede interesar: 5 hábitos para mejorar la empatía con tu pareja
Los viajes generalmente van acompañados de un sentimiento de anticipación y una pizca de nerviosismo. En nuestra mente nos preguntamos qué pasará, cómo será, si se verá como en las fotos, cómo nos sentiremos con este nuevo escenario de fondo, cómo será la gente, qué experiencias tendremos. Viajar nos permite dejar atrás las ideas previas que solemos albergar sobre nuestra identidad y cómo debe ser el mundo que nos rodea. Conforme relajamos nuestros juicios y nos abrimos a la experiencia, la comida, las otras personas, algo mágico pasa: el mundo deja de ser un lugar hostil en el que todos los que son diferentes a nosotros son una amenaza y, por el contrario, esos otros se vuelven amigos y el mundo empieza a ser una gran casa.
La empatía tiene el potencial de mejorar cualquier relación social; de acuerdo con estudios recientes, ser capaces de entender las emociones de nuestros seres queridos contribuye a la resolución de los conflictos y a nuestro sentimiento de satisfacción. Así que la próxima vez que emprendas un viaje entrégate a él y cuando vuelvas a casa, recuerda que viajar es una actitud de apertura y descubrimiento. En palabras de la escritora Anaïs Nin: “Viajamos, algunos de nosotros por siempre, para buscar otros lugares, otras vidas, otras almas”. ¿Te gusta viajar? ¿Prefieres los destinos nacionales o internacionales? ¿Cuáles son tus destinos favoritos? ¡Cuéntanos! Nos encantará saber de ti.
Con información de Expert Vagabond y Psychology Today