Generalmente se considera a las plantas como organismos vivos pero carentes de sensaciones y de la capacidad de comunicarse, como es bien sabido que tienen tanto los animales como los humanos (que al fin y al cabo, también pertenecen al reino animal).
Sin embargo, cada vez hay más evidencia de que aunque no puedan emitir sonidos ni expresarse como los animales, las plantas son capaces de comunicarse entre sí y reaccionan a los estímulos de su entorno.
En el libro The secret life of plants (La vida secreta de las plantas), un éxito de ventas publicado en 1973, sus autores, Peter Tompkins y Christopher Bird, afirman que las plantas son capaces de sentir, experimentan emociones e incluso las consideran capaces de percibir los pensamientos humanos a cientos de kilómetros.
Previamente, en 1966, Cleve Backster, un experto de la CIA que utilizaba el polígrafo durante los interrogatorios, colocó las terminales del aparato en las hojas de una planta que tenía en su oficina. Con ese experimento dijo haber descubierto que la aguja del aparato registraba gran actividad eléctrica, lo que interpretó como estrés en la planta.
Después repitió el proceso con muchas otras plantas, e incluso con frutas y verduras. Lo que observó con esa investigación lo llevó a afirmar que las plantas reaccionaban a los pensamientos de las personas que estaban cerca de ellas; pero no sólo eso, también a las que se encontraban a gran distancia y con quienes las plantas estaban familiarizadas.
Aunque ninguno de sus experimentos pudo ser replicado por los científicos, Backster se hizo muy famoso y en 1968 publicó un artículo en el International Journal of Parapsychology sobre la supuesta reacción de las plantas cuando un langostino fue dejado caer en agua hirviente en su presencia.
Fue entonces cuando surgió La vida secreta de las plantas, a partir de los experimentos de Backster, y aunque en los años siguientes los científicos no pudieron replicar los experimentos y al final no se tomaron en serio sus planteamientos, el libro sí logró dejar huella en la gente, que empezó a tomar el hábito de hablarle a sus plantas y ponerles música para ayudarlas a mantenerse saludables y bonitas.
Y aunque no haya evidencia científica exhaustiva de que esto funcione, en el terreno de lo empírico muchas personas que tienen plantas y gustan de cuidar de ellas han experimentado que al hablarles, cantarles y ponerles música relajante sus plantas se mantienen en mejor estado, crecen y dan más flores.
“A la pregunta de si las plantas sienten, diré que la respuesta está relacionada con la definición de sentir. Podría ser tristeza, soledad, amor o alegría, y obviamente las plantas no sienten y no tienen sentimientos”, dice Karina Boege Paré, del Laboratorio de Interacción Planta-Animal del Instituto de Ecología.
“Pero si definimos sentir como la recepción de señales ambientales y la reacción a éstas, entonces, las plantas sí perciben y emiten señales y se comunican entre ellas; de hecho, hay toda un área de estudio del comportamiento de las plantas”, agregó la científica.
Cuando una planta recibe un estímulo, ya sea del ambiente físico (luz, temperatura, humedad), del ambiente biótico (cuando un animal la muerde, cuando se le arrancan hojas, ramas o flores o cuando está cerca un depredador), emite señales para lidiar con ello.
Aunque algunos signos pueden ser mecánicos, la mayoría de las reacciones de las plantas están basadas en señales químicas. “Por ejemplo, la mordida de un herbívoro implica una señal física: el daño al tejido, pero también hay una parte química, a raíz del contacto con la saliva del herbívoro, que tiene compuestos particulares”, explica Boege Paré.
Otro tipo de respuesta es la emisión de compuestos orgánicos volátiles, que muchas veces van dirigidos a los enemigos naturales de los herbívoros, como un ave, que se alimenta del insecto y que ataca a la planta.
Algunos estudios han encontrado que hay nubes de compuestos volátiles esparcidos por plantas para comunicarle a otras plantas que están cerca de ellas que algo inusual ocurre. Sin embargo, la especialista advierte que no se debe entender ni interpretar esta comunicación como la que se da entre los animales y mucho menos entre los seres humanos; no se debe antropomorfizar a las plantas, pues su forma de recibir, interpretar y responder a los estímulos es distinta.
“En las plantas, más que un sistema nervioso, como el de los animales, hay vías y mecanismos para el flujo de metabolitos secundarios que disparan una señal y producen un mecanismo de recepción del estímulo; los metabolitos viajan por el sistema de conducción de las plantas y desencadenan respuestas. Pero más allá de si sienten o no, me gusta pensar en términos de emisión y recepción de señales y de respuestas inducidas a raíz de las mismas".
Con información de Gaceta UNAM