A veces, después de un acontecimiento fuerte y traumático, como la muerte de un familiar cercano, el cerebro se pone barreras sensitivas para evitar colapsar ante el dolor y la ausencia. Cuando hace esto es normal experimentar cierta “insensibilidad” o adormecimiento, que tienen la función de protegerte y que llegan a sorprender a quienes lo padecen y a quienes lo ven desde afuera.
La ansiedad puede hacerse presente en todo momento, y hay que entender que su aparición es normal. Muchas personas experimentan síntomas inquietantes después de una pérdida inesperada, como una reacción inmediata a ésta. A menudo, la negación o el adormecimiento son los primeros en aparecer, pero también los primeros en irse.
A decir verdad, la persona en cuestión debería estar más preocupada si no desarrolla esta ansiedad, pues esas emociones son prueba de que las respuestas del cuerpo no son anómalas y denotan que nada se estanca dentro. Estos sentimientos pueden ser especialmente difíciles de procesar cuando una pérdida es inesperada, porque el camino hacia la aceptación es más largo.
Una muerte súbita, por ejemplo, sin enfermedades largas de por medio, hace cuestionar el sentido de la propia mortalidad. La muerte súbita lanza a las personas a pensamientos sobre el inminente futuro. Y cada vez que el futuro domina los pensamientos, generalmente se produce ansiedad. Esto también puede enviar al sistema nervioso a algunas crisis de angustia, ya que la persona se pone en modo de 'supervivencia' ante la incógnita de la muerte, tanto personal como ajena.
Ocasionalmente, las personas también podrían desarrollar trastorno de estrés postraumático después de este tipo de pérdida. Es probable que el TEPT surja un poco más adelante en el tiempo, y se sugiere hablar con un profesional si los síntomas interfieren con la rutina diaria. Si la ansiedad o el estrés son grandes, hay pasos que se pueden seguir para sentirse mejor: hablar con un terapeuta e implementar algunos mecanismos saludables de autocuidado, como poner especial atención en lo que se come, en las horas de descanso e incluso en la apariencia personal para no descuidarla. También será necesario fortalecer los lazos con los seres queridos y dejarles en claro lo que se necesita de ellos.
El dolor viene en oleadas, y puede ser impredecible. El punto más importante que debe recordarse es que las personas no 'superan' la muerte de un ser querido; más bien, integran la pérdida a sus vidas. Esto significa crear una "nueva normalidad" que honre a la persona ausente y que, al mismo tiempo, permita seguir adelante en la vida cotidiana.