Las convenciones sociales nos han llevado a adoptar ciertos roles, de tal manera que tendemos a pensar que los hombres deben ser siempre los iniciadores de la actividad sexual y que las mujeres actúan como guardianas diciendo cuándo sí y cuándo no. Esto tiene un efecto en cómo hombres y mujeres reaccionan frente al rechazo sexual, al menos en nuestra mente, pues aunque podríamos pensar que los hombres no son tan suceptibles a un “no” cuando quieren tener sexo con su pareja, en realidad sí les afecta.
De acuerdo con las investigaciones llevadas a cabo por la doctora Sarah Hunter Murray, quien condujo entrevistas con hombres entre 30 y 65 años que llevaban en promedio 14 años de relación, al preguntarle a los hombres si había ocasiones en las que sintieran menos deseo o la ausencia del mismo casi todos respondieron que tanto su deseo sexual como su autoestima disminuían cuando eran rechazados.
Según uno de los entrevistados:
Si ella no me desea o de alguna forma no está interesada en mí y no le gusto es como olvídalo, ya no siento ganas.
Este sentimiento tuvo eco en muchos otros entevistados, mostrando un patrón de percepción en el que la falta de deseo de tener sexo de parte de su compañera se traducía para ellos en un sentimiento de no ser queridos.
La doctora Hunter aclara que la mayoría de estos hombres no estaba describiendo el tipo de rechazo ocasional que puede atribuirse a otras circunstancias como enfermedad o mal humor por una causa justificada; se trataba más de un rechazo regular y de cómo con el paso del tiempo los hacía cuestionarse sobre ellos mismos y su relación, llegando a tener un impacto negativo en su autoestima. También afirmaban que el ser rechazados continuamente igualmente disminuía su interés en el sexo.
La cuestión es que las relaciones sexuales no sólo se tratan de liberar la tensión sexual, también existe en los hombres un deseo de conexión y de recibir validación, así que un “quizá mañana o este fin de semana” en lugar de un franco “no, hoy no quiero” de parte de sus parejas frente a una invitación a tener relaciones podía hacer una diferencia.
Con información de Psychology Today