Como todos los años, el 28 de agosto se celebra en México el Día del Abuelo. Los colegios se cimbran con niños cantándoles canciones y haciéndolos felices con poemas recitados al unísono y regalitos hechos a mano. Pero luego, conforme pasan los años, esos abuelitos que asistían a las celebraciones escolares se hacen más mayores, los niños crecen y, por alguna razón, de ese festejo solamente queda un recuerdo.
Lamentablemente en la edad adulta a veces olvidamos que, aunque ya no cantemos canciones o hagamos manualidades, tenemos algo que vale tanto como eso y que a los abuelitos les encantaría tener: un minuto de nuestro tiempo.
Es verdad que cuando crecemos y maduramos a través de nuestras experiencias nos hacemos más capaces de desenvolvernos en el mundo y de enfrentar nuestros problemas. También es cierto que nos hacemos más hábiles para evolucionar al ritmo que lo hace nuestro entorno. Eso, por ventajoso que sea para nuestro desempeño profesional y para sortear los avatares de la vida diaria, crea una brecha que cada vez se hace más grande entre nosotros y las generaciones que vivieron otros tiempos en los que los ritmos eran otros, la tecnología digital apenas se estaba forjando y la comunicación se daba en persona, no a través de emoticones y “likes”.
Hoy, en un mundo en el que “el tiempo es dinero” y tiempo es justo lo que nos falta para ser más eficientes en la mar de multitasking que navegamos desde que suena el despertador, debemos reflexionar sobre un hecho: si el paso del tiempo nos ha hecho más conocedores a quienes somos adultos jóvenes, entonces ha hecho sabios a los adultos mayores. Lo que es más, si nosotros hemos acumulado anécdotas divertidas e interesantes en nuestra vida, ¿cuántas más no poseen ellos?
Entonces, compartir con los abuelos una conversación telefónica, aunque sea arrebatada de uno de esos minutos en que estamos atorados en el tráfico, esperando a entrar a una junta o de camino al gym, nos ofrece la oportunidad de escuchar el consuelo de alguien que ya vivió nuestras angustias y que sabe lo que es luchar por los sueños. Asimismo, nos acerca a alguien que conoce todos los remedios naturales, orgánicos y holísticos por los que ahora pagamos miles de pesos pero que ellos utilizaban por tradición y, si bien puede ser que no esté al día de los acontecimientos en redes sociales, seguramente disfrutaría ponerse al tanto si eso le diera la oportunidad de escuchar tu voz y saber que aún lo tomas en cuenta.
El papel social de los abuelos es fundamental para generar nuestra identidad. Ellos nos recuerdan que tenemos mucho que aprender del pasado y que la edad no está representada por lograr sobrevivir, sino por saber vivir.
Asimismo, su cariño nos provee de lazos de pertenencia a una familia, es decir, a un núcleo que nos enseña a ver y pensar el mundo de cierta manera. Por eso, abandonarlos es perdernos a nosotros mismos, así que un minuto al teléfono puede representar un infinito de reconocimiento y agradecimiento a nuestros abuelos por dar sentido a quienes somos.