El 82% de las empresas mexicanas considera que las prácticas como el soborno son algo común y estandarizado. Desde dinero u objetos materiales hasta "favores" o "regalos", las personas creen que dar "incentivos" para conseguir alguna preferencia o contrato o agilizar procesos y permisos para sus empresas es normal e incluso deseable porque "así funcionan las cosas", olvidando convenientemente que cualquier acto de soborno contribuye a la cultura de la corrupción y es un delito.
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Lo peor del caso es que esto no ocurre solamente en el sector empresarial o gubernamental sino en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo: la llamada "mordida" que algunos automovilistas prefieren dar a los oficiales de tránsito para evitar que les den una infracción es un claro ejemplo de ello, o la "cuota" que muchos vendedores ambulantes entregan a las autoridades para que se les permita trabajar en la vía pública.
Pero esos no son los únicos actos de corrupción normalizados: las "propinas" a los servidores públicos para mejorar o agilizar sus servicios también cuentan como soborno, al igual que intercambiar favores o pagar por información para usarla a nuestro favor.
El verdadero problema es que la mayoría de las personas considera necesario incurrir en estos actos para que las cosas funcionen adecuadamente. Estamos tan inmersos en la cultura de la corrupción que actuar con honestidad muchas veces significa quedar fuera, ser ignorados o perder oportunidades. Sin embargo, no debemos sucumbir. Si deseamos cambiar las cosas debemos comenzar por nosotros mismos: evitemos caer en sobornos o sobornar a otros, seamos ejemplo para nuestros hijos, vecinos y comunidad laboral. ¡Tú puedes inspirar a otros!
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