En los últimos años los estudios de microbiología han redimensionado lo que es ser un humano. Sabemos que cada uno de nosotros tiene un sello de micoorganismos único que conforma una especie de órgano distribuido, que se conoce como microbiota. La microbiota se altera fácilmente con cambios de dieta, antibióticos y con el contacto físico, incluyendo por supuesto el sexo, entre otras cosas.
Un estudio reciente realizado por investigadores australianos rastreó las bacterias que conforman lo que se denomina el vaginoma (el conjunto de microorganismos que residen en la vagina) en 52 mujeres voluntarias. Los investigadores descubrieron que las mujeres que tuvieron sexo vaginal sin protección exhibieron un predominio de las bacterias Gardnerella vaginal y Lactobacillus iners. Esto sugiere que además de las diversas infecciones que se contraen por transmisión sexual, también se presenta un intercambio de bacterias no patógenas. Si bien estas bacterias en sí mismas no suelen ser infecciosas, están vinculadas con desbalances en la microbiota que llegan a producir vaginosis bacteriana, la cual causa mal olor, entre otras cosas.
Ahora bien, el ser humano lleva teniendo sexo sin protección miles de años. Los investigadores creen que, de hecho, la vagina tiene una respuesta adaptativa a las bacterias o a los cambios que son introducidos por el pene. Según Janneke van de Wijgert de la Universidad de Liverpool, se cree que la microbiota femenina se adapta a las bacterias de una pareja estable pero que, en el caso de parejas nuevas que efectúan una especie de asalto microbial, esto puede ser más difícil y se pueden presentar respuestas inmunes que causan inflamación.
El intercambio bacterial de una relación sexual es asombroso. Existen 100 millones de bacetrias por mililitro de secreciones vaginales y 10 millones de bacterias por mililitro de semen. Para evitar mala higiene y disbiosis se recomienda que los hombres mantengan limpia el área debajo del glande, una zona que acoge una enorme cantidad de bacterias.
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