Las rupturas amorosas llegan a ser uno de los duelos más intensos que podríamos vivir. Romper con alguien, al tratarse de una pérdida, genera un luto que puede mermar nuestras emociones y nuestra estabilidad psicológica y espiritual. Sin embargo, hay mucho que podemos aprender de estas rupturas y de cómo reaccionamos ante ellas, para que en un futuro sepamos manejar la vorágine de emociones que nos embargan.
Los motivos para terminar una relación son tan distintos y variados como los peces en el mar: discusiones constantes, peleas, infidelidad, pérdida de interés, problemas personales, etc. Para iniciar una relación, son necesarias dos personas interesadas, pero para terminarla, basta con una que se sienta incómoda.
Lo primero es identificar el hecho que nos llevó a romper con nuestra pareja sentimental. Por lo general las rupturas no ocurren de la noche a la mañana como eventos espontáneos, casi siempre hay antecedentes que, en ocasiones, fueron difíciles de detectar en su momento; por eso sería buena idea echar un ojo al pasado, sobre todo al más inmediato, y hacernos un par de preguntas: ¿Teníamos muestras claras de conflicto? ¿Discutíamos muy a menudo, o peor aún, llegamos a pelear ejerciendo cualquier tipo de violencia? ¿Habrán existido muestras de genuino desinterés en la relación por parte de uno o de ambos? ¿El interés cambió de prioridad hacia otra persona o actividad?
Hay algo muy importante que debemos tener en cuenta: la diferencia entre discutir y pelear es grandísima. Discutir es defender argumentadamente un punto de vista ante otro que busca cuestionarlo o contrariarlo. Se puede discutir durante horas enteras sin levantar la voz y, por supuesto, sin manifestación de violencia alguna, por mínima que sea. Una discusión buscará llegar al punto conciliador donde ambas partes se pongan de acuerdo en lo que desean. En una pelea, alguien, o ambos, intentará validar su argumento por vías intensas donde la fuerza física, la ofensa verbal o el abuso de poder se hacen presentes. Cuando se desemboca en una pelea significa que las cosas no van bien; es una advertencia, un foco rojo que hay que revisar de inmediato. Las discusiones no terminan una relación; las peleas, sí. No obstante, también hay que poner atención si las discusiones son demasiado frecuentes, porque también eso indica puntos de vista muy diferentes que pueden resultar en incomodidades e incluso en pérdida de interés por la falta de encuentro común entre las ideas.
Pero si para este punto la relación, pese a todo, ha terminado, no es el fin del mundo. Siempre deberíamos estar dispuestos a aprender de lo que quizá no hicimos tan bien o de lo que nuestra pareja pasó por alto o no nos gustó. Ser autocríticos y analizar nuestras acciones pueden darnos pistas para mejorar la estabilidad en el futuro. La soltería no es una tortura cuando sabemos estar bien con nosotros mismos. Esto nos permite disfrutar de los espacios de soledad y de introspección, estar en armonía con los pensamientos y emociones al encontrarnos en silencio y frente a frente con nuestro reflejo.
Por eso es recomendable aprovechar el tiempo luego de una ruptura amorosa para realmente conocernos y aprender a querernos; encontrar nuestras pasiones, disfrutar el tiempo a solas y definir lo que nos gusta y lo que no.
También es un buen momento para fomentar el desarrollo personal tanto intelectual como emocional, y esto puede conseguirse con nuevas clases de idiomas, con viajes, con nuevas amistades y cualquier otro estímulo social que nos emocione.
Terminar una relación es una oportunidad de crecimiento que puedes aprovechar en cualquier momento de tu vida.