Es claro que el sexo tiene una función biológica, ya que es la forma a través de la cual las especies animales logran perpetuarse. Pero en el caso del ser humano, que añade a su experiencia una dimensión mental y espiritual, el sexo también cumple una función psicoemocional.
El primer aspecto puede estar ligado a los "trucos afrodisiacos" con los que la vida misma seduce a la especie humana para perpetuarse; así, incluso el amor podría considerarse algo que la biología hace creer sentir para garantizar la reproducción.
En el caso emocional y espiritual, lo que se busca es trascender los límites ordinarios de la biología. Así, en su aspecto espiritual, el sexo tendría una función ligada a la trascendencia para escapar de la urgencia biológica o sublimarla.
El sexo, en su dimensión material más básica, une a dos personas, une sus cuerpos, sus líquidos corporales. En un aspecto psicoemocional, en cambio, forma lazos de afección y brinda seguridad emocional. Además, efectúa un tipo de unión, no solamente entre dos personas, sino al acercar a cada a una de ellas a un principio universal en el que la individualidad y la separación se aniquilan.
En la alquimia se utiliza la imagen del andrógino: el principio masculino y femenino reunidos en cada uno. Esta androginia ocurre como un estado avanzado de purificación en el que se reestablece en el interior del ser humano su estado original.
Al respecto, la Cábala dice que Adán, como arquetipo, era un ser andrógino y, de hecho, todos los seres cuentan con los dos principios más o menos diferenciados. Así que no se puede hablar de un masculino absoluto o un femenino absoluto.
Asimismo, la hatha yoga se basa en la unión del polo masculino, representado por el Sol, con el polo femenino, representado por la Luna; una imagen que vuelve a ocurrir en la alquimia, donde la piedra filosofal, o el alma regenerada, es la hija del Sol y la Luna.
Como señala Maya D'Aoust, ex bibliotecaria del Philosophical Research Society, la escuela fundada por el filósofo y místico Manly P. Hall, los yoguis tántricos, en sus diferentes manifestaciones, ya sean tibetanas o hinduistas, llegan al entendimiento de que "sus cuerpos pueden llevarlos a Dios" y esto incluye el acto sexual. Esto se diferencia del misticismo occidental que, salvo algunas excepciones, es más recatado al asociar el cuerpo con el pecado.
D'Aoust explica que "la sexualidad tántrica está puramente concentrada en realizar una unificación. El sexo es básicamente un acto alquímico de unificación de los opuestos, masculino y femenino, en la culminación del Mysterium Conjunctio".
Cabr mencionar que el mysterium conjunctio es un término utilizado por Jung como la culminación de la alquimia psicológica, por lo cual esta unión de lo masculino y femenino puede ocurrir también sin el sexo, en una alquimia interna, mediante técnicas de respiración y meditación.
Esto mismo ocurre en el tantra, donde las uniones sexuales entre las deidades y sus consortes son sólo simbólicas (la unión del método con la sabiduría) y representan una unión interna. Pero, como estas prácticas buscan eliminar toda dualidad, la unión sexual externa también se practica.
"El sexo es realmente una forma de la materia prima, el origen primordial, ya que es a través del sexo que somos creados, entonces es también a través del sexo que podemos reunificarnos con nuestra fuente", dice D'Aoust.
Existe la noción de que el ser humano y todos sus actos son representaciones del cosmos, del cual el ser humano es una imagen o microcosmos. Así, en el acto sexual está también la creatividad del universo y los mismos principios que existen a lo largo y ancho del espacio.
Todo lo anterior permite empezar a concebir una sexualidad no basada solamente en el placer, en la reproducción e incluso no sólo en el bienestar, sino también desde una aspiración yóguica, tántrica, alquímica o gnóstica, que busca desvelar las realidades espirituales del ser y conocer los secretos del cuerpo, que es el vehículo supremo para entrar en contacto con lo divino.
Darle este significado más alto al sexo, permite que la experiencia sea más sutil y que se tenga conciencia del manejo de energía que siempre es parte del sexo, sin importar si se tiene o no una orientación espiritual.