Lo normal es algo de lo cual hablamos como una especie de estándar, un punto medio que regula y en base a lo cual aceptamos o rechazamos las cosas. Sin embargo, dicha norma generalmente es meramente un concepto, una convención social y no está basada en algo evidente u objetivo. Este es el caso de la sexualidad, donde siempre se habla de normalidad y de perversiones y desviaciones.
Nuestra obesión con el sexo -algo en cierta forma natural, por la urgencia biológica de la reproducción- nos hace dedicar enorme cantidad de tiempo a buscar relaciones y discriminar las conductas de personas que no nos parecen "normales". Pero como muestra Janice Zarro Brodman, autora de un reciente libro sobre las prácticas sexuales y los roles de género en diferentes culturas, en cuanto al sexo se refiere, en el mundo humano no existe tal cosa como una norma que pueda extrapolarse consistentemente a diferentes culturas.
Por ejemplo, Zarro Brodman estudió culturas en las que los jóvenes son instruidos por mujeres maduras para ganar destreza sexual, donde las mujeres embarazadas tienen sexo con muchos amantes para mejorar la salud del bebé, donde hay parejas que sólo tienen sexo en el campo (nunca en la casa), o las prácticas sexuales de las islas de Trobriand, donde se considera que los adolescentes deben tener sexo, mucho sexo, pero no comer juntos nunca (crecer allí habría sido el sueño de muchos adolescentes occidentales).
Entre los Etoro, por ejemplo, se cree que todos los hombres deben tener un amante masculino, ya que esto hace que se tenga fuerza y que los cultivos crezcan. Los hombres tienen esposas, pero es el sexo homosexual lo que se valora. Entre los biwat de Papúa Nueva Guinea, las mujeres son las que son sexualmente agresivas, algo que les parece obvio. Se dice: "Obviamente, la mujer es agresiva. ¿Acaso no tiene una vulva?" (una frase genial, en contraste con los conceptos que tenemos en Occidente).
La antropóloga señala que su experiencia le sugiere que la cultura estadounidense es en realidad bastante recatada sexualmente: aunque obsesionada con el sexo, se tiene una percepción de que los genitales son cosas que dan miedo y que deben ocultarse. En general no se comprende que el sexo es una función corporal natural. Esto recuerda aquella frase de Roland Barthes de que, en Estados Unidos, el sexo está en todas partes menos en el sexo.
Todo esto nos permite reflexionar de una manera más abierta sobre el sexo. El hecho de que el sexo sea tan distinto en tantas partes, indica que nuestra visión de lo normal y lo correcto es muy limitada. Esto puede ser liberador, ya que muchas personas se juzgan (y se frustran) en relación a estándares culturales sexuales que creen que son reales y universalmente aceptados. Y esto es generalmente un error, una fantasía negativa. En realidad, podemos ser sexualmente de muchas formas y no hay por qué avergonzarse de ello.