Por lo general, los sudores nocturnos están asociados a la menopausia, aunque debemos contarte que a pesar de que sí es uno de los síntomas característicos, estos malestares se pueden producir en mujeres jóvenes por otros motivos. Aproximadamente una de cada cinco mujeres entre los 20 y los 30 años ha experimentado al menos una vez al año sudores y bochornos nocturnos. Si es tu caso y te sucede que durante las horas de sueño comienzas a sentir un aumento de tu temperatura, incomodidad que te impide conciliar el sueño o un sudor constante aunque te quites todas las cobijas, entérate de las cinco causas más frecuentes que ocasionan esto (y que no son la menopausia):
1) Variaciones normales del ciclo menstrual. La baja de estrógenos puede afectar la regulación térmica del cuerpo durante el ciclo menstrual (sobre todo una o dos noches antes de que te llegue la regla), ocasionando que el calor aumente y el cuerpo busque deshacerse de él haciéndote sudar; pero no te preocupes, este factor es completamente normal y podrás contrarrestarlo fácilmente dejando abierta una ventana o sacando una pierna de entre las cobijas.
2) Dieta poco saludable. Tener una dieta alta en azúcares y carbohidratos puede ocasionar picos y bajadas de insulina, y esto se manifiesta mediante bochornos a la hora de dormir. De igual modo, la dieta alta en grasas y baja en antioxidantes podría bloquear la absorción de vitamina B, causarte estreñimiento y alterar tus niveles hormonales, propiciando un período menstrual más sintomático, llevándote al punto anterior. Esto puede evitarse incluyendo fibra y proteínas vegetales en tu dieta, acompañadas de una buena hidratación (2 litros de agua al día).
3) Ansiedad. Todos hemos padecido algún tipo de ansiedad, pero cuando ésta comienza a ser un problema de todos los días, el sistema nervioso se establece en un modo de alerta constante, incrementando la producción de cortisol (la hormona del estrés), así como de adrenalina y norepinefrina, volviéndote un manojo de nervios incluso en períodos de reposo. Además, todo esto altera tu flujo sanguíneo, provocando una vasoconstricción irregular que se traduce en aumentos bruscos de temperatura.
4) Infecciones desapercibidas. Una de las consecuencias inmediatas de una infección es el aumento de temperatura ocasionado por la fiebre. Ciertas infecciones son más difíciles de detectar en etapas tempranas, pero la fiebre es de los primeros síntomas en aparecer, y es en las horas nocturnas, cuando el sistema inmunológico está más vulnerable, donde se manifiesta con mayor intensidad. Lo más recomendable es acudir al médico para una revisión general.
5) Alcohol o medicamentos. Ciertos medicamentos (sobre todo los que se usan para tratar trastornos metabólicos o diabetes) pueden alterar la termorregulación corporal y aumentar la temperatura. De igual modo, el consumo constante y excesivo de alcohol produce estos mismos efectos. Cada cuerpo es muy diferente, pero en personas sensibles, incluso dos copas de vino bastan para interrumpir las funciones normales de regulación térmica. En estos casos, lo mejor es conocer las reacciones adversas que te produce el alcohol y evitar excederte.
¿Te ha sucedido este tipo de malestar nocturno? ¿Fuiste al médico y te dijo algo distinto? Compártenos tu experiencia en los comentarios.