Jugar, sin importar la edad, es un placer, y además es bueno para el desarrollo de ciertas áreas de la masa gris (materia que forma parte del sistema nervioso central). Las actividades lúdicas fortalecen el cerebelo, que coordina los movimientos, y el lóbulo frontal, asociado a la toma de decisiones y al control de los impulsos. Jugar cumple un papel clave en los procesos de maduración, pues colabora en el aprendizaje de la relación causa-efecto y en el cálculo de probabilidades mediante el ensayo-error.
Jugar es aprender y descubrir a través de la imaginación, pero ante todo divertirse, motivos por los cuales jugar es un elemento clave para el crecimiento sano y el desarrollo de la inteligencia. Ante el panorama que se vive por la covid-19, el juego es una salvación para chicos y grandes, pues los pequeños se divierten mientras que los adultos a su alrededor se tranquilizan de ver paz y alegría, en un contexto donde las buenas noticias no han destacado.
En un informe de la UNICEF explican que un aspecto importante del juego es la capacidad de acción de los niños y su control de la experiencia. Por capacidad de acción se entiende la iniciativa de los niños, su proceso de toma de decisiones y su nivel de decisión propia en el juego. En última instancia, el juego debería implicar un cierto grado de capacidad de acción que posibilite que los niños adopten un papel activo y sean dueños de sus propias experiencias, además de permitir reconocer y confiar en que son capaces, autónomos y agentes de su propia trayectoria de aprendizaje lúdico.
El juego también es una herramienta para compartir con los pequeños esta situación, pues la información es una de las herramientas más poderosas para saber cómo reaccionar y qué medidas tomar. La marca de peluches Ty recomienda hablar con los niños sobre coronavirus a través del juego, momento en el que se divierten pero también aprenden, pues el juego contribuye de forma relevante al desarrollo integral (psicomotor, intelectual, social y afectivo-emocional) de los niños.
Por eso, no es de extrañar que los muñecos de peluche sean de los juguetes preferidos de los niños, pues generan un vínculo con ellos, los personalizan y crean toda una historia a su alrededor. Jugar con estos amigos le permite a los niños explorar y experimentar con sus emociones y sentimientos. Se sabe que jugar produce neurotransmisores como la serotonina, que ayuda a reducir la ansiedad, y es también mediante el juego que se generan efectos positivos en el estado de ánimo.
Sumado a todo esto, cuando un niño juega desarrolla habilidades de comunicación a través de la comprensión, expresión y socialización. Hacerlo en familia potencia la comunicación y complicidad entre los padres e hijos y a través del juego los niños comienzan a comprender cómo funcionan las cosas, y para los pequeños es más sencillo externar preocupaciones o dudas a través del juego o con los jueguetes.
Pero jugar no sólo es cosa de niños. Según el psiquiatra Adam Blatner, en los seres humanos la necesidad de jugar es permanente. Blatner señala que la base de la vida del hombre es la relación existente entre cuatro habilidades: amar, trabajar, jugar y pensar. El psiquiatra señala la actividad lúdica como un elemento compensador de la tensión emocional que generan el resto de actividades, así que es momento de relajarse y dejar fluir la diversión en familia.