Durante décadas, la comunidad médica ha recomendado llevar una dieta específica como parte del plan terapéutico para muchas afecciones, como diabetes, enfermedades cardiacas, presión arterial alta y colesterol elevado.
Hasta ahora, no existen tales recomendaciones para prevenir el envejecimiento cerebral y la demencia. De hecho, muchos científicos aún son reacios a creer que las elecciones de alimentos podrían tener conexión con la forma en la que envejece el cerebro o el riesgo de desarrollar una enfermedad cerebral.
En parte, esto se debe a que la nutrición no se imparte en escuelas de medicina ni en las carreras relacionadas con la salud mental. Además, fue hasta años recientes cuando se otorgó a la nutrición el estatus de campo científico, y la dieta ya se reconoce como un medio legítimo para protegerse contra el envejecimiento cerebral y las enfermedades mentales como el Alzheimer.
Poco a poco, los científicos aprecian la poderosa conexión entre los alimentos y la salud cerebral. Esta misma revelación muestra que la alimentación puede ser el camino hacia la demencia o hacia su prevención.
La salud y la calidad de los alimentos han disminuido drásticamente. Los animales son criados con hormonas de crecimiento, antibióticos y alimentos genéticamente modificados (OGM), que a su vez los humanos ingieren cuando éstos forman parte de la dieta.
En la alimentación de pollos y cerdos se incluyen venenos como el arsénico, como conservante; los productos del campo se bañan en pesticidas y fertilizantes químicos, que además de ser tóxicos y agotar los nutrientes del suelo hacen que los productos crezcan y se vean más atractivos, pero ocultan el hecho de que poseen un contenido de vitaminas y minerales menor.
Además de todo lo anterior, a la mayoría de los alimentos procesados se les agregan grasas químicamente modificadas y azúcar refinada, lo cual tiene un grave impacto en la salud.
Lo que pasa desapercibido hasta ahora es el descubrimiento de cómo, de todos los órganos del cuerpo, el cerebro es el que se daña más fácilmente con una dieta pobre. Desde su estructura hasta su capacidad de rendimiento, todo en el cerebro exige la comida adecuada.
La mayoría de las personas ignora que la única forma de que el cerebro reciba alimento es a través de la dieta. Los alimentos que se ingieren a través de ésta se descomponen en nutrientes, se incorporan al torrente sanguíneo y se transportan al cerebro para reponer su almacenamiento agotado, para activar las reacciones celulares y, lo más importante, para incorporarse al tejido cerebral.
Las proteínas de la carne y el pescado se descomponen en aminoácidos que, entre otras cosas, sirven como la columna vertebral de las células cerebrales. Las verduras, las frutas y los granos integrales proporcionan carbohidratos importantes como la glucosa, así como las vitaminas y minerales que energizan al cerebro.
Las grasas saludables del pescado y las nueces se descomponen en ácidos grasos omega 3 y omega 6, que hacen que las neuronas sean flexibles y receptivas, al tiempo que respaldan el sistema inmunológico y protegen al cerebro del daño y el envejecimiento.
Ahora que sabes que literalmente el cerebro es lo que comes, debes ser consciente de lo importante que es cuidar tu dieta y elegir alimentos de la mejor calidad, que aporten más beneficios para tu salud, particularmente para la de tu cerebro.
Con información de Weil