¿Empiezas tu día con una taza de café recién hecho? ¿O prefieres ponerte las pilas con una rica tisana frutal? Según un reciente estudio, tu elección podría ser el resultado de tus genes y cómo afectan tu experiencia con los sabores amargos.
Ambas bebidas tienen un sabor amargo porque tienen sustancias como la cafeína. La quinina es otro elemento que contribuye a la amargura del café; también la encuentras en el agua tónica. El estudio mencionado reveló que hay genes receptores del sabor amargo que son responsables de la percepción de la cafeína, la quinina y la sustancia fabricada por el cuerpo humano, propiltiouracilo. Esta última molécula tiene la misma amargura que la col de Bruselas.
Investigaciones previas habían mostrado que hay factores heredados que juegan un rol en la cantidad de café o té que una persona toma cada día. La habilidad de digerir la cafeína tiene mucho que ver. Pero, hasta ahora no se sabía que también la percepción del sabor amargo estaba involucrada.
La gente que bebe más de cuatro tazas de café al día es aquella que posee el gen receptor de sabor amargo para la cafeína. Cada copia extra de este gen aumenta en un 20% la probabilidad de tomar mucho café. Estos “superbebedores de café” tienden a consumir menos té.
Como la cafeína contribuye no sólo a la amargura del café, sino también a su fuerza y textura percibida, las personas que tienen mayor facilidad de detectar la cafeína pueden encontrar el café más disfrutable.
En contraste, la gente que posee receptores de sabor amargo para la quinina o el propiltiouracilo, toma menos café y más té. Cada copia extra de este gen representa un 9% de mayor probabilidad de ser un “superbebedor de té”; es decir, que consume más de cinco tazas al día. Cuando existe una necesidad de cafeína, esta capacidad aumentada de percepción los lleva a elegir el té sobre el café porque tienden a ser más sensibles a la amargura.
Pero no se puede culpar a los genes de todo. Es probable que desde niño e incluso ahora te disguste el sabor amargo del café o del té. También puede que hayas notado que tus preferencias alimentarias hayan cambiado mientras crecías. La capacidad de disfrutar bebidas con un toque amargo se puede desarrollar sin importar tu carga genética.
Con información de Science Alert