El sueño es una de las piezas más importantes para el bienestar, ya que al dormir es cuando el cuerpo y el cerebro se reparan y regeneran. Dormir adecuadamente es vital para el funcionamiento del sistema inmunitario, incluida la producción de anticuerpos, lo que reduce el riesgo de infecciones virales. Tal es su relevancia, que las personas pasan pasan dormidas, en promedio, una tercera parte de sus vidas.
En torno al sueño y el descanso han surgido diversas creencias que probablemente son incorrectas. Por eso, a continuación encontrarás tres mitos y realidades sobre el sueño, con base en lo que dice la ciencia al respecto.
El sueño profundo – también llamado sueño de onda lenta, debido a las ondas cerebrales que lo caracterizan – es crucial para sentirse renovado a la mañana siguiente. El sueño profundo es la fase del sueño más restauradora y se asocia con funciones vitales, como la producción de hormonas de crecimiento y el fortalecimiento del sistema inmunológico. Sin embargo, la suposición de que dormir profundamente sólo determina cuánto tiempo se debe dormir es incorrecta.
Además del sueño profundo, las etapas restantes del sueño ligero y el sueño REM también tienen funciones significativas. Dormir más ligero, la etapa del sueño N2, por ejemplo, también contribuye al procesamiento y consolidación de la memoria y desempeña un papel fundamental en el aprendizaje.
Durante el día, el cuerpo consume mucha energía, lo que hace que la adenosina se produzca y aumente la concentración. Al unirse a ciertos receptores, la adenosina apaga las áreas que inducen la vigilia del cerebro y, simultáneamente, se activan áreas que inducen el sueño. Por esta razón, a la cafeína también se le conoce como la antagonista de la adenosina, porque ejerce un efecto energizante.
La cafeína puede afectar el sueño en varios niveles, como la reducción del sueño profundo o la calidad del sueño subjetivamente más pobre; sin embargo, esto no se aplica universalmente a todos, pues el efecto y la duración de la cafeína varía mucho entre los individuos y depende de una variedad de factores diferentes.
Es una creencia común que hacer ejercicio por la noche despierta la activación fisiológica y, por lo tanto, dificulta el sueño. Vale la pena echar un vistazo más de cerca a este mito en particular. De acuerdo con algunos estudios, el ejercicio nocturno de alta intensidad puede retrasar el inicio del sueño debido a un aumento de la frecuencia cardiaca, además del incremento de los niveles de endorfinas (hormonas que mantienen el estado de alerta), lo cual contribuye a las dificultad para conciliar el sueño.
Por otro lado, también se han demostrado efectos positivos del ejercicio nocturno sobre el descanso, como una latencia de inicio de sueño más corta o una mejor calidad del sueño. Esto puede explicarse por un efecto termogénico. Por ejemplo, durante el ejercicio, la temperatura corporal aumenta y luego disminuye poco después. El descenso de la temperatura corporal después de completar el entrenamiento imita el cambio natural de temperatura que se produce antes de quedarse dormido.
Ahora que ya conoces la realidad detrás de estas creencias, es cuestión de poner en práctica esta información y ver qué se adapta mejor a ti para tener un mejor descanso.
Con información de: Emma - The Sleep Company
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