En cuanto te enteras de que estás embarazada y acudes con el médico, sales con una serie de recomendaciones encaminadas a mantener tu cuerpo en estado óptimo para el proceso que enfrentará los próximos meses al formar un nuevo ser en tu interior.
Todo eso está perfecto, ya que el embarazo constituye toda una revolución en el organismo. Pero cuidar tu salud física no es lo único; también es muy importante que prestes atención a tu salud emocional, ya que la manera en la que te sientes afecta positiva y negativamente al bebé que crece en tu vientre.
Numerosos estudios científicos sostienen que el estado anímico de la futura mamá y las emociones que tenga durante el periodo de gestación afectan el desarrollo del bebé.
Desde el primer trimestre, el líquido amniótico se ve afectado por las reacciones químicas que produce el estado anímico de la madre. Las emociones positivas y negativas le dan un “sabor” distinto y esto hace que el feto se adapte continuamente a las condiciones de su entorno, tanto en su ánimo como en su estructura biológica. Así, la naturaleza logra que esté adaptado al entorno en el que nacerá.
En un ambiente armonioso y afectuoso, traducido en emociones positivas de la madre, como alegría, tranquilidad, entusiasmo y amor, el feto desarrolla una corteza frontal más grande (en esta parte del cerebro es donde reside el raciocinio) en relación al tamaño de la parte de atrás (donde se activan los reflejos inconscientes).
Cuando la madre está feliz y en un estado de bienestar general, su organismo produce endorfinas que pasan al bebé a través de la placenta y le producen los mismos sentimientos de felicidad y bienestar.
Este entorno le ayudará a que, una vez que nazca, pueda vivir más desde el amor y la comprensión, en lugar de desde el miedo y la ansiedad. Y con esto también se refuerza su sistema inmune, se mejora el funcionamiento cardiovascular y se estimula su inteligencia.
Por el contrario, si la futura madre se enfrenta constantemente a situaciones que le producen miedo, ansiedad, tristeza, preocupación o estrés durante el embarazo, estas emociones negativas crean mayores probabilidades de que el niño presente problemas de hiperactividad, conducta, ansiedad y dificultades de aprendizaje.
Según un estudio de la Universidad de California en Irvine, cuando la madre está triste, deprimida o vive una experiencia emocional muy fuerte, se modifica la actividad neuronal de su cerebro, lo cual produce cambios químicos que llegan al bebé a través del torrente sanguíneo.
Esto es una prueba de que el bebé en gestación puede percibir los sentimientos y emociones de su madre, lo cual influye en su desarrollo y afecta su bienestar emocional y físico por el resto de su vida.
Por estas razones, si estás embarazada es importante que trates de mantenerte en un estado de paz mental y emocional. Evita las situaciones de estrés y no dejes que el enojo o la tristeza permanezcan en ti por mucho tiempo.
Para alcanzar ese estado de bienestar que beneficiará tanto a tu bebé como a ti puedes recurrir a la meditación, practicar ejercicios de respiración, cambiar algunos hábitos para combatir el estrés y dejar entrar todo lo positivo en tu vida para librarte de la tristeza.