Es bastante probable que si vivimos en una metrópolis enorme como la Ciudad de México estemos sujetos a rutinas de trabajo extenuantes y horarios ajustadísimos, sea cual sea nuestra ocupación. No importa si somos oficinistas, profesores, obreros, músicos, trabajadores domésticos o freelancers, el ritmo de trabajo implica no sólo exigencias físicas sino también mentales, emocionales y espirituales.
Sabemos que cada vez se vuelve mucho más difícil posicionarse en un esquema laboral tan competitivo que nos brinde lo indispensable para mantener un estilo de vida digno, pero esa misma competencia es tal que a veces hay que hacer esfuerzos extra que ponen al límite nuestras capacidades. Muchos de los problemas de salud contemporáneos parten de los intensos modos de vida que la gente en edad productiva desarrolla debido a sus ocupaciones, y no sólo eso, también de los conflictos del entorno a los que se enfrentan las personas después de salir de la oficina o de su lugar de trabajo: el tráfico despiadado de las “horas pico”, las fricciones con la gente que se vuelven enfrentamientos, la distancia traducida en tiempo para llegar a casa, etc. Todo esto forma un coctel de experiencias y emociones negativas que no abona en nada para propiciar un equilibrio mental y emocional.
Diversos estudios en México, Canadá y Estados Unidos han arrojado que 60 de cada 100 trabajadores no se toman un descanso en su jornada laboral, con excepción de la hora de la comida, que por lo general suele ser veloz y nada saludable. Las mismas investigaciones revelan que el mayor problema de los entrevistados suele ser de orden muscular y tensional. La atrofia en piernas y espalda es de las afecciones más comunes, además de alteraciones de sueño causadas por cuadros de estrés y ansiedad. El sedentarismo representa un estilo de vida dañino que también trae consigo problemas de obesidad y diabetes, siendo éstos un conflicto de salud pública.
Como es de suponerse, estos problemas se trasladan de inmediato hacia el cuerpo (que es el primero que lo resiente), vulnerándolo y atacándolo sin tregua. La primer consecuencia es el estrés, y no debemos olvidar que el estrés es uno de los padecimientos que más daños colaterales ocasiona, ya que sus estragos se extienden absolutamente a todas las partes y funciones del organismo. Por estas razones, el descanso tiene un lugar primordial en nuestra salud, es un pilar fundamental para mantenernos en forma y balance y hacernos sobrellevar la agitación de manera más sabia y con buena cara.
Buscar una pausa en la jornada laboral es de suma importancia para mantener un buen ritmo de trabajo, disposición, productividad y por supuesto, un mejor equilibrio emocional. Para esto no necesitamos más que desconectarnos un par de minutos, estirar las piernas y los brazos, levantarnos si queremos para dar una vuelta por los pasillos o el patio o la acera de enfrente y hacer ejercicios de respiración que involucren plena conciencia de que tratamos de encontrar nuestro centro vital entre la vorágine de pendientes y responsabilidades. En este link encontrarás cinco ejercicios efectivos para realizar en tu escritorio si te encuentras en una oficina.
Puesto que no podemos pelear directamente con el mundo, lo que sí podemos hacer es establecer esta “trinchera” de seguridad y descanso durante nuestras horas laborales, algo como una estación de recarga energética. ¿Cómo la logramos? Dedicando algunos minutos a tomar un respiro cada vez que sintamos que las obligaciones nos están sobrepasando. Alejarnos por un momento de la computadora, las herramientas, los utensilios o los cuadernos. Darnos un momento de descanso diariamente nos ayudará a regenerar nuestros ánimos para continuar con la rutina de mejor manera y afrontar los obstáculos consecuentes. Abrir un espacio de tranquilidad y reflexión durante los 4 minutos que dura nuestra canción favorita.