Follow your bliss.
Joseph Campbell
Nuestras almas tienen algo de viajeras. Han recorrido eones –esos ciclos del universo en constante generación, organización y destrucción– para manifestarse en la Tierra y respirar este presente. Desde que el infinito flujo de la original fuerza divina y creativa dio su primer chispazo o “Big Bang” para compartir su luz y experimentarse de incontables maneras, su ley cósmica de manifestación y nuestro karma (el registro y la suma de nuestras acciones y sus consecuencias) han trabajado de manera perfecta para que llegáramos a vivir esta experiencia humana. Pero más allá de circunstancias, vidas o personalidades, a lo largo y ancho de los eones, somos, hemos sido y seremos alma y luz.
En el Bhagavad Gita, Sri Krishna explica que cada alma es individual, pero en su origen proviene del Único Creador y una parte de Él pervive en su interior. En cada uno de nosotros irradia esa chispa divina y también habita un anhelo por pertenecer a lo que alguna vez fuimos: el Uno. Y si alcanzamos a escuchar con atención la sutil voz de esa luz interior que muchas veces se ve eclipsada por las demás voces externas, nos recordará cuál es nuestra misión no sólo en este planeta, sino en toda la existencia: ser felices.
Ser felices es nuestro derecho de nacimiento. Derecho que, por diversas circunstancias (ya veremos cuáles), suele pasarse de largo, se da por obvio o se tiene por perdido, inalcanzable, un mero ideal, concepto abstracto, una palabra que suena bonito pero no dice mucho, un anuncio publicitario o incluso un cliché.
Ah, la felicidad… Ese gran tema que cruza a la humanidad… En su diccionario, María Moliner define "felicidad" como la “situación del ser para quien las circunstancias de su vida son tales como las desea”. Pero esta felicidad que nos fue dada como derecho trasciende las circunstancias y abarca más que recibir o ver cumplidos nuestros deseos. Esta felicidad se adecua más a un concepto de origen hindú: anand; éxtasis, sublime felicidad, plenitud. Entre esto y la definición de Moliner, asoma una primera pista:
Pista 1. La felicidad es un estado, no un objetivo. La felicidad es. Felicidad de ser. No algo externo o una meta por alcanzar, a ver cuándo… Felicidad es vivir en el presente, disfrutando cada proceso de nuestra vida diaria. Esto nos lleva a la:
Pista 2. La felicidad es gratitud. Vivir en gratitud es vivir con los brazos abiertos a cualquier experiencia que enfrentemos, porque podemos encontrar en ella una lección o una bendición según nuestro karma o las pruebas que nuestro camino requiere para que crezcamos. Entonces, bajo esta óptica, podremos transfigurar nuestra realidad y vivir en espíritu exaltado en cada inhalación y exhalación. ¿Increíble? Claro. Suele suceder que, “sin querer queriendo”, los patrones heredados de la familia, la sociedad, la cultura o los medios de comunicación han programado en nuestra mente que la felicidad cuesta, que está allá afuera, dura poco, termina o incluso que no existe. Entonces…
Pista 3. Para ser feliz, primero hay que creérsela y sentirse feliz. Haz la prueba. La próxima vez que alguien te pregunte “¿Cómo estás?”, responde “Feliz”. Seguramente responderá con sorpresa inmediata “¿Por qué?”, porque comúnmente los momentos felices se reservan para “días especiales”: cumpleaños, Navidades, aniversarios, aumentos de sueldo, de puesto...
Sri Guru Nanak Dev Ji, fundador del Sikh Dharma, canta en el "Japji Sahib": “Es por el karma de las buenas acciones que obtenemos este cuerpo físico”. Entonces, ¿qué tal ser feliz porque vives, porque respiras, porque habitas una máquina perfecta que te sostiene todos los días y un templo que te permite experimentar la maravilla del transcurrir en la Tierra, y que por esto hoy es un “día especial”? ¿Difícil ante “los imprevistos de la vida”? Pues bien, de eso se trata: de realizar un trabajo que estimule, confronte y transforme, en la práctica de la atención consciente, con dedicación y paciencia, paso a paso.
Pista 4. La felicidad no está allá afuera, está en tu interior. La ley hermética universal de correspondencia reza: “Como es arriba es abajo”. Somos reflejos del cosmos. Mejor aún, somos universos con galaxias, estrellas, planetas, organismos que coexisten y trabajan en conjunto con toda la Creación. Como el cosmos, también podemos crearnos, organizarnos, expandirnos, destruirnos, transformarnos, regenerarnos, provocarnos bendiciones, enfermedades, fortuna o infortunio. Gozamos de libertad para elegir. Pero siempre estará la puerta abierta para optar desde nuestro origen, la luz, por la felicidad.
Te invito entonces a embarcarnos en este viaje de autodescubrimiento, a atreverte a reconquistar tu derecho de nacimiento, darte la oportunidad de experimentarte en tu esencia sublime y asumirte como un humano feliz, un alma contenta de vivir cada día como un proceso de transformación, más allá de limitaciones, quejas o conflictos, expandirte y abrazar el cambio. Porque cuando tú cambias, el mundo cambia. Lo único que se necesita es comenzar…
¿El equipaje?
1. Una libreta o bitácora de viaje personal donde registres tus descubrimientos a partir de las pistas, reflexiones y prácticas que encontrarás en esta columna. Revísala continuamente para que veas cómo has avanzado en tu proceso.
2. Tu participación al compartir comentarios, sugerencias, experiencias y/o conocimientos durante nuestro viaje.
3. Una sonrisa.
Abrimos así las puertas a este tu espacio en pos de la conciencia, a que unamos fuerzas y expandamos también la conciencia universal en un constante ser, vivir y experimentar anand. Cada vez somos más. ¿Qué dices? ¿Te unes?
Continuará…