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El segundo paso a la felicidad: el carácter

Abril 12, 2017

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Somos procesos en construcción. Únicas/os e irrepetibles, llegamos a este mundo con información particular que venimos a trabajar. Ésta es el resultado de samskaras –impresiones o patrones mentales– de los que se ha ido impregnando nuestra alma en su devenir a través de sus diferentes experiencias… más los que se acumulen durante ésta…

 

Los samskaras perduran debido a la repetición y se vuelven hábitos que conforman la personalidad proyectada en formas de ser. Los que sirven al destino de nuestra alma y son de orden virtuoso, son considerados positivos o correctos. Los que surgen del apego, la avidez y la ignorancia son torpes o negativos. Entre estas polaridades fluctuantes se mueve la mente, el software que nos fue dado para leer el mundo, computar experiencias, sensaciones, discernir, enviar una respuesta, transformar nuestro entorno y nuestro ser.

 

La mente puede ser nuestra gran amiga o nuestra peor enemiga. Depende del uso que le demos para servir a nuestra alma o del poder que le otorguemos para dictar sobre ella. Por esto, las tradiciones espirituales orientales ponen especial énfasis en la meditación, el “baño mental” que permite entenderla, entrenarla, domarla y neutralizar sus fluctuaciones. Lo que nos lleva al segundo paso a la felicidad (te puede interesar: el primer paso –de 7– a la felicidad):

 

CARÁCTER

Tenemos carácter cuando todas nuestras características –facetas, aptitudes y áreas de oportunidad– están bajo nuestro control y somos capaces de comandar sobre cualquiera de nuestras formas de ser hacia el exterior e interior. El equilibrio de las polaridades, el famoso ying yang del tao; ese es el camino del carácter, la vía de en medio. Se trata de un patrón de conducta que nos permite responder a la vida, a los demás y a nuestra propia conciencia de manera clara, proactiva y responsable por nuestros actos y sus consecuencias.   

 

En filosofía yóguica, el carácter se forja en el fuego de tapas (“quemar”), a través del que podemos incinerar la materia bruta y densa que recubre al diamante del alma y nos obstaculiza vivir la senda de la felicidad sublime. Si la mente funciona a través de patrones que se vuelven hábitos, por medio de tapas podemos encontrar el patrón negativo y darle a la mente un nuevo patrón positivo en qué ocuparse. He aquí la gran importancia de los mantras. Man: mente, Tram: proyección. A través de proyecciones mentales positivas y repetitivas, podemos captar la atención de la mente que, como un chango, suele brincar de rama en rama, apegándose a todo lo que llama su atención hasta que se aburre y encuentra otra rama para continuar rumiando pensamientos obsesivos, fantasías y patrones.

 

La forma práctica de aplicar tapas es a través de sadhana o disciplina. Claro que en una cultura permisiva que promueve los excesos como fuente del placer y éste como el camino a la felicidad –superficial–, la disciplina suena a regaño, castigo, restricción y se le rehuye. Pero es a través de la restricción que nuestro carácter pasa “la prueba de fuego”. Por ejemplo: a una persona le gustan tanto los chocolates que cuando compra o le regalan una caja no come uno, ni dos, sino la caja entera. Esta afición le ha granjeado varios kilos de más, índice de glucosa en la sangre al alza y, de vez en cuando, indigestión. El alma y la conciencia reconocen estos avisos como un handicap en contra de su salud y, por consiguiente, de su vida. Pero para esta persona hay algo más poderoso que el bienestar duradero: el indecible placer inmediato que le inunda cada vez que come chocolates. Tan inmediato que pronto desaparece, por lo que hay que seguir comiendo más chocolates. El proceso de tapas indica que el remedio es identificar la polaridad del patrón: dejar de comer chocolates y seguir así por un tiempo hasta que se controle el hábito y se logre el equilibrio; dieta y ni un solo chocolate. Pero la mente apegada al placer comenzará a crearse un sinfín de historias relacionadas con situaciones emocionales para romper el régimen y comer chocolates. Aquí entra sadhana. Junto con la dieta que se encargará del cuerpo físico, introducimos un hábito que sostenga a la mente y le damos en qué pensar: un mantra que se repita todos los días durante 3 minutos al comenzar el día y cada vez que se sienta ansiedad: “Yo soy hermoso, yo soy próspero, yo soy feliz”. Se practica incrementando poco a poco el tiempo de la meditación durante 40, 90 o 120 días. A su tiempo, la mente comenzará a observar los resultados positivos de sadhana… hasta que llegue una nueva caja de chocolates. Entonces vendrá la verdadera prueba: recordar la vibración de bienestar y felicidad que procede del interior sin depender de factores externos; comer uno con conciencia, disfrutarlo y cerrar la caja, no comer ninguno, o volver a devorar la caja.

 

En las tres primeras resoluciones, se percibe un fortalecimiento y triunfo del carácter. En la tercera, una lección: se necesita trabajar más, y sin juzgar ni juzgarse, seguir adelante. Sadhana es mantener una intención constante: ante las derrotas de la mente, el alma le extiende la mano, la levanta y al son de: “ánimo, no importa, vamos, una más”, inhala, exhala y continúa… Como decía Yogi Bhajan: “Mantente y serás sostenido”. Esto es carácter.

 

Se trata entonces de ir quitando poco a poco las capas de esa cebolla llamada Maya o mundo de lo ilusorio, para revelar el diamante interior del alma y entender que la felicidad no radica en comerse toda la caja de chocolates o en cuántas veces acertamos en el camino, sino en saber que con o sin chocolates, sin depender de nada o nadie, podemos ser felices con el solo hecho de ser. Y entonces, con carácter, mantenernos y seguir adelante una y otra y otra vez hasta la plenitud.

 

Esta es la joya del mantra que cierra el Sutra del Corazón:

 

Tadyatha Om gate gate paragate parasamgate Bodhi svaha.

“En efecto, ve, ve más allá y trasciende, totalmente más allá, absolutamente más allá hasta alcanzar la iluminación”. 

 

Para practicar esta semana:

1. Continúa con la meditación calibre para una autoridad constante publicada en la entrega anterior. Establece un hábito que te permita realizarla todos los días a la misma hora. Observa cómo te sientes.

 

2. Ubica algo en lo que has depositado tu felicidad o algún factor externo que te brinda placer. Reflexiona por qué. ¿Qué te gusta de ello? ¿Con qué emociones te conecta? Hazlo y disfrútalo con conciencia. Ahora trae restricción. Prueba dejar de hacerlo un día o gozarlo sin excederte. Experimenta, observa los cambios que trae en ti.

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