Somos vibración. Todo lo que existe oscila en diversos niveles o matices de vibración. Somos música; ejecutantes en la sinfonía de la vida. A veces solistas, otras acompañamiento, y la mayoría de ellas, nos toca hacer equipo; ser coro u orquesta. El arte está en mantener el tempo, saber cuándo toca nuestra parte, en qué momento guardar silencio y, sobre todo, aprender a escuchar para mantener el volumen armónico según la intención, con pasión, y sin embargo, conservar la ecuanimidad, siempre conscientes de la gran importancia de nuestra voz individual.
También somos instrumentos. En tecnología yóguica, nuestro paladar superior es considerado una caja de resonancia que, al ser percutida por la lengua, hace las veces de órgano o arpa generadores de sonidos que impactan a nivel físico y sutil nuestra mente, nuestro cuerpo y el ambiente que nos rodea. Estos sonidos, estas proyecciones positivas de la mente, son lo que conocemos como mantras. Toda nuestra vida puede ser entendida como una canción o, más bien, como una gran ópera integrada de las más diversas tonalidades. ¿El compositor? El Creador, el infinito, Dios, la vida, el cosmos; lo que ES, ha sido, estuvo, está y permanecerá.
"Vibra el cosmos. El cosmos despejará el camino". Este es el quinto sutra para la era de Acuario. ¿Cómo acercarnos a esa vibración? A través del poder de la palabra; el poder de manifestación del alma aquí en la Tierra. Cuando nos volvemos conscientes de cómo nos comunicamos, cuando –como señala el cuarto sutra– lo hacemos desde el corazón y la compasión, cuando comprendemos que, parafraseando al Maestro Jesús, “a través de la palabra conocemos el corazón humano”, podemos vibrar en sintonía con el cosmos, nuestro origen. Entonces tomaremos la senda del camino claro, despejado y verdadero.
Esta es la razón por la que, en la práctica yóguica, el mantra es tan importante. Si bien hay diversos matices o colores del sonido, hay mantras que poseen una cuadratura y vibración prístinas en su codificación. Sobre todo cuando se entonan desde el centro del corazón; entonces se llega a la vibración más pura y poderosa. El maestro Yogi Bhajan sugiere que, sin necesidad de tener un mantra específico o dado por un maestro como símbolo de inciación, una persona decidiera hacer de su propio nombre un mantra, lo mismo una frase o una palabra no necesariamente catalogada como “sagrada”, si lo cantara con entrega, devoción, fe y amor, esa vibración se estaría entonando con los sonidos del cosmos.
Porque en el origen y al final de todas las vibraciones, hay una prevaleciente: el cosmos. Y la forma de percibirla es la intención con la que se canta: con el corazón. Esto lo saben muy bien nuestros hermanos vaisnavas, devotos y practicantes de la conciencia de Krishna.
La técnica de entonar el Maha Mantra Hare Krisna Hare Krisna/Krisna Krisna Hare Hare/Hare Rama Hare Rama/Rama Rama Hare Hare todo el día, permite a la mente estar entonada en esa vibración cósmica originaria llamada Sri Krishna y la invita a mantenerse en una disposición de júbilo ante las vicisitudes de la vida.
Como alguna vez me compartió un maestro sikh: una persona puede estar pensando que su vida es una desgracia, llorar y llorar y repetírselo todos los días; cuando se ve al espejo, cuando camina, hasta cuando trabaja, y la vida le seguirá dando lo mismo que vibra: desgracia, porque ha hecho de ese decreto su mantra, su poder, su proyección de manifestación a través de la palabra y un patrón de pensamiento “tatuado” en la mente. Pero si esta misma persona lo hiciera con júbilo, con una firme fe, cantando y bailando, esa desgracia le sería por lo menos más llevadera y al celebrarla con total rendición, seguramente elevaría la vibración de ese patrón limitativo, se haría consciente de lo que dice y en busca de un cauce proactivo, lo transformaría en un mantra que, como puente, le llevara de la desgracia a un posible estado de gracia. Porque además de ser vibración, atraemos lo que vibramos y esto cuenta desde la manera en cómo lo vibramos. "Vibra el cosmos. El cosmos despejará el camino".
Estamos hechos de la misma materia con la que fue creado el universo. Tenemos todo en común con todo aquello que palpita. “Como es arriba, es abajo”. Allá el macrocosmos, aquí el microcosmos. Al reconocer que el cosmos se expande en cada inhalación y exhalación que damos, al reconocernos como las cuerdas del arpa con las que el universo compone su siempre renovada sinfonía, entonándonos con nuestra vibración originaria, podemos percibir claramente que el cosmos se encargará de despejar el camino.
No se trata de renunciar a la propia voluntad o dejar de lado nuestras elecciones. Al contrario, es una invitación a hacernos responsables de nuestros pensamientos, nuestras palabras y acciones para potenciarlas desde un profundo autoconocimiento a partir de cuatro vías que conforman un método infalible: la meditación, el mantra, la plegaria y el habla clara. En palabras del maestro Yogi Bhajan:
Dios no es lo que sueles creer, Dios no va a cambiar las cosas porque tú quieras cambiarlas. Hay un pequeño y cabal tintineo en tu interior llamado alma, y cuando elevas una plegaria –o cantas un mantra– se vuelve un perfecto mensaje computado en clave dirigido al cosmos más elevado desde tu órbita. Tú puedes cambiar tu órbita de una manera muy sencilla: cuando comprendes que eres parte del Infinito y el Infinito forma parte de ti.
Te invito a hacer de cada pensamiento, acción y palabra un mantra viviente, a concebir tu vida como una celebración, un himno de amor y gratitud a esa palpitación del cosmos que vibra en ti y así confiar en que cada paso que des será sostenido y propiciado a través de un camino despejado por el cosmos, que eres tú y que pervive en ti.
Sat Nam.
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