Tradicionalmente, las diferentes religiones que tienen su origen en la India privilegiaron la forma masculina para obtener la iluminación. En la cultura monástica y asceta antigua figuraban mayormente los hombres, salvo algunas honrosas excepciones. Religiones como el hinduismo, el budismo o el jainismo surgieron en culturas dominadas por los hombres; en esas épocas lo mismo se hubiera encontrado en la mayoría de las grandes civilizaciones en otras partes del mundo. Actualmente, sin embargo, los tiempos han cambiado (en este sentido, de manera positiva).
El maestro budista Gelek Rinpoche sostiene que es importante enfatizar que la iluminación también sucede en una forma femenina --de hecho, necesita de la feminidad y la masculinidad por igual para lograrse (en una forma de alquimia de los opuestos)--. Un buda no es ni masculino ni femenino. Pero, por otro lado, una persona que encarna en el sexo femenino tiene también la misma posibilidad de alcanzar la iluminación en esta vida --pese a lo que se decía en la antigüedad--. Es importante recordar que, para el budismo mahayana, todos los seres en su condición original ya están iluminados.
La forma femenina fue abrazada principalmente a partir de la influencia tántrica en estas religiones; el tantra significó una revolución en la que las cosas dejaban de verse como buenas o malas y se trascendía la noción de que el cuerpo y el deseo debían ser suprimidos; en cambio, eran puestos al servicio de la liberación. Así, el tantrtismo hinduista tiene una de sus principales corrientes en el tantrismo shakta, la adoración del principio femenino, ya sea en la forma iracunda de Kali o de la diosa (que simboliza la energía y el poder) Shakti, entre otras divinidades femeninas que son vistas ya no como accesorias sino como centrales, diosas supremas.
En el budismo el tantra, desde sus orígenes, está ligado a una concepción distinta de la feminidad en la que se admite e incluso se venera el poder femenino en el camino hacia la iluminación. En el caso de Saraha, uno de los grandes yoguis fundadores de la tradición del mahamudra, se cuenta que recibió enseñanzas de una mujer mayor que era una dakini (la dakini hacedora de flechas) y también de una segunda mujer llamada "Dakini del Curry de Rábano". El principal fundador del vajrayana, el sendero del diamante (el tantra budista), Padmasambhava, era acompañado de una consorte, Yeshe Tsogyal. Esta mujer, a veces considerada la encarnación de la diosa Tara, consiguió la realización espiritual por su propio mérito y es considerada una buda femenina. Si bien su vida está cubierta en leyenda, como la de Padmsambhava, al menos esto revela que se tenía en alta estima a la feminidad. Una cita atribuida a Padmasambhava sostiene que "la base para la iluminción es el cuerpo humano. Hombre o mujer, no hay gran diferencia. Pero si ella logra desarrollar una mente dedicada a la iluminación, el cuerpo de una mujer es superior". Como señala el mantra de Padmasambhava, el "nacido del loto" es acompañado por las dakinis, seres celestiales femeninos que sirven como protectores o que imparten enseñanzas, habiendo conseguido el estado de iluminación.
En el budismo tántrico tibetano, se simboliza el sendero de la iluminación con la unión de los aspectos femeninos y masculinos o la sabiduría y la compasión (o el método). La sabiduría es femenina y es encarnada también por la diosa Prajnaparamita (sabiduría trascendente o perfección de la sabiduría). Es en los sutras del Prajnaparamita que se encuentra la famosa frase "la forma es vacuidad; la vacuidad es forma". Para el budismo mahayana, la sabiduría es fundamentalmente el reconocimiento de la vacuidad. Esto es, esencialmente, el reconocimiento de que todas las cosas dependen la una de la otra y ninguna existe por sí sola. Como dice Gelek Rinpoche: "la vacuidad es la madre de todo... y la sabiduría, que es el reconocimiento de esta verdad, está asociada con la vacuidad".
Al igual que la Prajnaparamita (una encarnación del dharma), la diosa Tara es también llamada "la madre de los budas". Tara es una figura compleja que sintetiza a múltiples deidades femeninas. Se le ha vinculado con Durga e incluso con Saraswati y la misma Kali (o Shakti). En el Tíbet se le conoce como Drölma. En el budismo tibetano existen formas tántricas más iracundas (equivalentes a Kali), como Vajrayogini. En su manifestación verde Tara nos recuerda a Gaia, a la diosa planetaria, a la Madre Naturaleza. A través de la matriz ecológica también llegamos a la sabiduría de la interdependencia, lo que para el budismo es igual a la vacuidad. En lo que es una interesante curiosidad, para el gran maestro del kundalini yoga, Yogi Bhajan, la Virgen de Guadalupe era una manifestación del eterno femenino, al que llamaba Adi Shakti, y se le puede ver impartiendo lecciones con la imagen de esta virgen que ha sido asociada también con la deidad prehispánica Tonantzin.
Cabe hacer mención de la historia de Tara. Según una leyenda Tara era la princesa Yeshe Dawa (jnana chandra en sánscrito, Princesa Luna Sabiduría) en un sistema antiguo donde residía el Buda del Sonido del Tambor; alcanzó ahí el estado de bodhisattva en el que podía elegir cómo reencarnar, y eligió reencarnar siempre como mujer (algo que constituye una rareza, si bien los budas no son hombres ni mujeres, su género y forma es sólo método para enseñar). Así, druante eones, Tara ha tomado la forma femenina para ayudar e inspirar a los individuos que viven en la ignorancia del samsara para que encuentren el camino a la iluminación.
Otra historia señala que Tara Verde es la emanación de Avalokiteshavara, el buda de la compasión. Cuando Avalokiteshvara se encontraba en una alta montaña se asomó hacia los océanos del samsara y observó el incesante tormento de los seres, y de una de sus lagrimas brotó Tara, quien juró ayudarlo a guiar a los seres sintientes a la iluminación. Gelek Rinpoche dice que Tara en Japón es Kannon y, en China, Yuan Kin (ambas manifestaciones femeninas de Avalokiteshvara). "A través de la práctica de Tara, podemos construir una conexión con este ser iluminado omnipresente como alguien en quien podemos encontrar refugio, alguien a quien rezar, alguien que pueda inspirar nuestra vida". A partir de esta idea podemos concluir que Tara es justamente la inspiración que viene en forma femenina para todos los seres, indiscriminadamente, para emprender un camino hacia la sabiduría y por ende hacia la liberación. Esto es lo que significa el nombre de Tara en sánscrito, "aquella que libera" (o que lleva hacia la otra orilla).