Los días de nuestra vida pasan mientras vamos del hogar, al trabajo o la escuela y un sin número de compromisos sociales, al tiempo que tratamos de resolver una lista de pendientes sin fin. El ruido, la contaminación visual y el uso constantes de celulares y computadoras con frecuencia nos hacen sentir sobre estimulados. Sin embargo para quienes tienen vidas ocupadas y activas relajarse puede ser un gran reto. Pues frecuentemente aunque la acción haya terminado, la mente continúa resolviendo los pendientes, planteando escenarios posibles, experimentando los sentimientos de todas las posibilidades e intentando verbalizar las emociones. Lo cual es simplemente agotador.
Por esta razón es necesario conservar el balance entre la acción y la inacción, entre los momentos en los que intentamos y aquellos en que aceptamos o nos rendimos frente a lo que es. Desde la perspectiva de la filosofía taoísta el universo en si funciona de manera armónica y el camino a seguir es integrarnos a ese flujo armónico de la vida, en lugar de crearlo deliberadamente o forzarlo. Sin embargo, el entendimiento de las fuerzas cósmicas y cómo funcionan requiere de quietud y observación. Este concepto de inacción o wei wu wei no implica la anulación del ser sino su integración a la armonía universal. El sabio taoísta, Lao Tse lo expresó de la siguiente manera:
“No hacer nada es mejor que estar ocupado no haciendo nada”.
Una parte importante de la meditación formal es dejar que los pensamientos pasen sin tratar de retenerlos, abundar en ellos o rechazarlos. Básicamente sin forzar nada. Lo cual implica un cambio de paradigma diametralmente distinto, ya que la creencia que domina a la sociedad actual es que sólo logramos cosas tras mucha manipulación y esfuerzo.
Además relajarnos y dejar que simplemente suceda lo que tiene que suceder puede hacernos sentir muy vulnerables. Y esta es una de las razones por la cual frecuentemente lo evitamos. Pero después de un tiempo, si permanecemos tranquilos y atentos podremos experimentar como nuestra sensación del tiempo cambia y todo se vuelva más lento, tanto que a veces pareciera estar suspendido mientras contemplamos cada instante con contento y sencillez.
Esta paz meditativa no es exclusiva del taoísmo; la tradición budista también la ha cultivado y da el nombre de samatha a las prácticas cuyo fin es proporcionar calma a la mente. Como expresa el monje Ajahn Brahm en su libro “Midfulness, gozo y más allá: un manual para el meditador”:
“La meta de esta meditación es un hermoso silencio, quietud y claridad mental”.
Fuente: Timewheel