El amor propio es muy importante cuando de estar y sentirse bien se trata; es lo que te hace valorarte, respetarte y establecer límites sanos en tus relaciones, al colocarte como tu prioridad número uno.
Sin embargo, a pesar de lo importante y necesario que es, muchas veces el amor propio es lo que más falta hace en la vida de muchas personas. En esos casos, además de la terapia y otras prácticas o hábitos de autocuidado, la respiración consciente puede ayudar a fomentar el amor a uno mismo.
La experiencia de cada persona con la respiración consciente es distinta, pero algo en común es que suelen surgir emociones y sensaciones físicas que a la larga ayudan a canalizar lo que sientes, lo que has vivido y lo que mantiene estancado tu amor propio.
Para iniciar una práctica de respiración enfocada en cultivar y hacer crecer tu amor propio, lo primero que necesitas hacer es establecer la intención de dejar atrás las creencias negativas que tienes sobre ti mismo, así como las historias negativas sobre tu propio valor que se han formado en tu mente a lo largo de tu vida y como consecuencia de tu interacción con los demás y con el mundo.
Muchas veces, las heridas que surgieron en ti desde la infancia afectan en tu vida adulta la manera en que te amas (o no) y qué tanto amor te tienes a ti mismo. La forma en que fuiste criado o tratado por tus padres, hermanos, familiares, cuidadores y compañeros puede haber tenido un impacto duradero.
En pocas palabras, el amor que te tienes a ti mismo es a menudo un reflejo del amor que recibiste o del que careciste cuando eras niño. Y ahí es donde puede ayudar el trabajo de respiración, pues una vez que lo conviertas en un hábito y lo hagas con constancia, te ayudará a desarrollar un mayor sentido de compasión por ti mismo. Así, dejarás de ser tu peor juez para volverte un amigo amoroso que te comprende, te apoya y te ama.
Para realizar esta práctica es recomendable que estés en un lugar tranquilo, cómodo, silencioso y libre de interrupciones. Si lo deseas, puedes colocar en ese sitio tus cristales o cuarzos, alguna vela aromática, un difusor con tu aceite esencial favorito o una varita de incienso.
Luego, deja claro en tu mente y tu corazón cuál es tu intención para esa práctica de respiración. En este caso, el objetivo es ayudarte a ti mismo a dejar de recrear historias sobre ti que no son tuyas sino que surgieron de alguien más para conectar con tu verdadera esencia, con lo que realmente te motiva y con quien realmente eres.
Para comenzar, recuéstate en una posición cómoda y cierra los ojos. De preferencia, coloca un antifaz de los que se usan para dormir o algo que cubra tus ojos, o bien, cierra las cortinas para que la habitación quede oscura y evites toda distracción.
Luego, comienza a respirar un poco para relajarte, y una vez que estés listo, empieza con el ejercicio de respiración, que se debe hacer de la siguiente manera: respira por la boca e inhala mientras jalas el aire hacia el vientre; luego, en una segunda inhalación más profunda, llévalo hacia el pecho y finalmente, exhala. Inhala-inhala-exhala.
Continúa con la secuencia y pronto comenzarás a sentir los efectos. Es posible que primero se te seque un poco la boca o la garganta y que comiences a sentir un ligero hormigueo o mareo. No te asustes, pues eso es normal y está bien, ya que, desde una perspectiva espiritual, el leve aturdimiento que sientes significa que tu mente se da cuenta de que puede soltarse un poco.
Si esa sensación llega a volverse incómoda o te hace sentir mal puedes detenerte, volver a un patrón de respiración normal e intentarlo más tarde o al día siguiente. La incomodidad puede surgir de la falta de práctica, pues es una forma de respirar a la que no estás acostumbrado, así que ve poco a poco; empieza con sesiones cortas y aumenta gradualmente el tiempo hasta que se vuelva algo cómodo para ti.
Mientras respiras, concéntrate en las sensaciones y emociones que surjan; si alguna amenaza con volverse un distractor, vuelve a enfocarte en la respiración y sé consiente de que tienes la capacidad de superar cualquier malestar. Una vez que domines el ritmo, vuelve a concentrarte en tu intención.
Concéntrate realmente en esa segunda inhalación en el centro de tu corazón y deja que la energía amorosa y compasiva entre con cada respiración, y libera el resto en la exhalación. Muestra amor por todo lo que pueda surgir. Puedes repetir en tu mente un mantra como “Me amo; soy suficiente; me acepto; confío en mí”.
Se recomienda realizar este ejercicio de respiración durante 7 minutos (recuerda que si te incomodas en algún punto, puedes parar e ir poco a poco al incrementar el tiempo gradualmente en cada sesión, hasta llegar a esta meta).
Al final de ese lapso, deberías sentirte con nuevas energías y, con suerte, un poco más amoroso y confiado en ti mismo. Prueba esta rutina como parte de tu día a día y, en especial, cada vez que necesites una dosis de amor de ti mismo.
Foto de portada: Freepik