Estos son días de honrar a quienes ya no se encuentran físicamente con nosotros. Las tradiciones mexicanas de muertos son de las más bellas del mundo, celebrar a todo color y sabor a quienes han partido es siempre una gran forma de recordar sus enseñanzas y legado. Pero, ¿qué tal si aprovechas la energía de estas fechas para hacer un ritual a otro tipo de muerte?
Es decir, considera la posibilidad de dejar morir algo que no traiga más que oscuridad a tu ser. Puede ser un sentimiento o un resentimiento, algún miedo, la idealización de alguien o una aspiración que en realidad ya no tiene sentido para ti, pero has arrastrado desde hace años al creer que te daría felicidad.
Es muy probable que mientras lees esta propuesta ya hayan llegado varias ideas a tu mente. ¡Anótalas! Esas primeras intuiciones suelen ser las más certeras, así que si ya se te apareció un rostro en la memoria o ya evocaste la tristeza de una decepción, ruptura o fracaso que no has superado, ahí tienes una señal clara de lo que valdría la pena soltar.
El ritual es sencillo. Sólo necesitas una hoja, un espacio silencioso y algunos minutos sin distracciones. Sí: hay que dejar el celular a un lado y en silencio. Una vez que estés ahí, colócate en una posición cómoda y escribe todo lo que responda la pregunta de qué vas a dejar morir en ti para poder vivir mejor.
No filtres, deja que tu mano escriba todo lo que tu corazón le dicte; no hay mínimo ni máximo y tampoco es mejor si enlistas más… simplemente, es lo que es. Al finalizar, dedica un momento a observar lo que escribiste. Revisa si hay algún evento, persona o emoción que se repita, haz una reflexión sobre lo que sientes cuando vuelves a leer tu texto y por qué cada uno de esos puntos todavía ocupa un lugar en ti.
Este ejercicio puede durar 3 minutos o 1 hora, tú decides cuánto tiempo necesitas para tomar la decisión de enterrar lo que vas a soltar. Para cerrar, quema la hoja. (Hazlo con precaución, no querrás causar accidentes). Observa cómo la consume el fuego, que es el elemento transformador por excelencia.
Así, con la misma facilidad con la que las llamas se llevan materialmente lo que te aqueja, con ese mismo poder tu decreto puede liberarte simbólicamente tanto, ¡que hasta te sientas revitalizado!
NAMASTÉ.