Cada una de las estaciones ofrece una gran cantidad de sabiduría para el crecimiento espiritual. El otoño, además de ser una de las épocas favoritas de muchos, es una temporada de transición que te permite ser consciente de que todo en el mundo está en constante cambio, que la vida es un ciclo continuo de muerte y resurrección.
El otoño es también una temporada en el que los árboles pierden sus hojas, para renovarlas más tarde; y por otro lado, es una época de cosecha. Metafóricamente, esto significa que es momento de cosechar lo que has sembrado a lo largo del año; pero para ello, al igual que los árboles se deshacen de sus hojas muertas, tú debes deshacerte de todo aquello que ya no te sirve, de lo que ya no aporta nada positivo a tu vida.
Así que aprovecha la energía renovadora y transformadora de esta estación para reflexionar sobre dónde estás y a dónde quieres llegar; quítate las máscaras y libérate de las ataduras para ser tú mismo y decidir lo que harás únicamente en función de tu felicidad; y también considera las cosas, los hábitos, las creencias y las actitudes que necesitas cambiar o abandonar para lograrlo.
El término "impermanencia" se refiere a la idea budista de que todo lo que existe en el mundo y el universo es transitorio, es decir, nada es permanente, todo está en constante cambio y nada es para siempre.
El otoño es la estación que con más claridad representa la impermanencia de todo en esta vida: las hojas que caen y las ramas desnudas de los árboles recuerdan la naturaleza fugaz de todas las cosas, incluida la existencia del ser humano.
El poeta Wallace Stevens escribió: "La muerte es la madre de la belleza". Lo que estas palabras quieren decir es que se aprecia la belleza de un amanecer, de una relación, del abrazo de un ser querido, precisamente porque ninguna de esas cosas estarán para siempre y quien lo disfruta en ese instante tampoco estará eternamente.
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El otoño también te permite ser más consciente de la muerte y el desafío de vivir cada día al máximo, pues es una época en la que todo en la naturaleza empieza el proceso de "muerte" que culminará en el invierno, para después renacer al iniciar la primavera.
Los ciclos de la naturaleza se reflejan en tu propia vida. Así que el otoño es un momento para soltar y liberar cosas materiales que ya no necesitas y cosas emocionales y espirituales que han sido una carga que te impide avanzar.
Finalmente, de acuerdo con la maestra budista Sharon Saltzberg:
La generosidad tiene poder porque se caracteriza por la calidad interna de dejar ir o renunciar. Las capacidades de dejar ir, renunciar y dar generosamente surgen de la misma fuente dentro de ti. Cuando practicas la generosidad, te abres a todas estas cualidades liberadoras simultáneamente. Te llevan a un profundo conocimiento de la libertad, y también son la expresión amorosa de ese mismo estado de libertad.
El otoño, entonces, es la temporada perfecta para dar generosamente tu tiempo y talento a los demás, así como para ayudar a quienes necesiten de ti, ya sea en forma material, o con apoyo y compañía.
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