La época en la que las personas viven más en departamentos que en casas es también la época de las plantas de interior. La comunidad dispuesta a cuidarlas (o admirar fotografías de ellas en redes sociales) no hace más que crecer. Y es que las plantas en interiores son, además de aliados decorativos y verdes, grandes filtradores del aire. Hasta ahora, la lista de plantas filtradoras permanecía limitada a unas cuantas, con la gran interrogante de si esas especies (bambú, lirio y hiedra, entre otras) eran las únicas capaces de remover elementos químicos del aire.

La pequeña lista se popularizó a finales de los años 60 del siglo pasado, cuando Bill C. Wolverton, un científico especializado en el medioambiente, trabajaba para el ejército estadounidense y buscaba formas de limpiar los residuos de los centros de investigación biológica. Así descubrió que algunas plantas –como la hiedra, el lirio de la paz y el bambú– transformaban los componentes tóxicos del aire en materia orgánica para alimentarse. El resultado: aire más limpio.

Después del éxito de esos descubrimientos, Wolverton fue contratado por la NASA para probar plantas que filtraran productos químicos como el benceno, el tricloroetileno y el formaldehído del aire de las estaciones espaciales. El estudio de este científico fue muy replicado a lo largo de los años, con la creencia de que las plantas enlistadas eran las únicas que depuraban el aire.

En realidad, todas las plantas pueden limpiar el aire, y aunque en definitiva algunas son más efectivas que otras, hay unas que (sorpresivamente) filtran el aire con un éxito especial: las cactáceas.

Esos miembros de la familia de las suculentas, tan replicados por todas partes, son grandes depuradores de compuestos nocivos. Y ya que ha quedado claro que la noción de que sólo algunas plantas filtran el aire es obsoleta, habría que considerar tener plantas que además de encontrarse entre las especies más baratas y fáciles de cuidar sean buenas para la calidad del aire.

Los cactus exigen atenciones mínimas y pueden prosperar prácticamente en cualquier lugar. Originarios de terrenos secos y duros, prefieren agua en cantidades pequeñas, aunque sí necesitan mucha luz. Son resistentes, pero tampoco debe abandonárseles, y lo mejor para cuidarlos y que crezcan es imitar las condiciones de su ecosistema favorito, el desierto. En los meses fríos de invierno se les puede llevar a lugares secos y fríos y regarlos lo menos posible; en temporada de calor, hay que exponerlos mucho más a la luz y al agua.

Con esos cuidados, un cactus puede vivir muchos años sin dejar de crecer ni de purificar el aire de sus alrededores.