Depilarse las axilas, las piernas e incluso el pubis es una costumbre mucho más nueva de lo que te imaginas. Durante casi toda la historia de la humanidad el vello femenino no se cuestionaba y ninguna mujer se sentía avergonzada de tenerlo; después de todo, es perfectamente natural y desempeña una función de protección.
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Rasurar o depilar el vello de las axilas y piernas empezó a ponerse de moda apenas durante la segunda década del siglo XX, cuando los diseñadores introdujeron los vestidos sin mangas y las faldas un poco más cortas. Las campañas de moda comenzaron a enviar el mensaje de que las mujeres debían avergonzarse de su vello corporal (quizá porque una mujer entre más joven es más lampiña) y surgieron los primeros métodos de depilación, principalmente de las axilas. Así es: las axilas comenzaron a depilarse aun antes que las piernas.
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Posteriormente, cuando durante la segunda guerra mundial aparecieron las primeras modelos pin-ups, surgió la fiebre por las piernas suaves y muy bien depiladas. Comenzaron a usarse polvos y ceras para depilar que resultaban dolorosos e irritantes. A la par, el escarnio público hacia las mujeres que decidían conservar su vello se recrudeció y en pocos años se convirtió en una conducta inaceptable, incluso inmoral.
El vello de las mujeres comenzó a "dar asco", como si se tratara de algo sucio que debía ser escondido. ¡Exacto! La misma historia que con la menstruación. De este modo, la industria cosmética se hizo millonaria a costa de mujeres que se avergonzaban de sus cuerpos y estaban dispuestas a todo con tal de hacerlos "más deseables", más parecidos al ideal que negaba su propia naturaleza.
En la actualidad, cientos de mujeres se han negado a seguir sometiéndose a la depilación e incluso han convertido su decisión en un posicionamiento político por la libertad de elegir sobre su propio cuerpo.
Sin embargo, muchas otras chicas simplemente no soportan la idea de andar sin depilar y afirman que se sienten mucho más femininas y seguras cuando lo hacen, y eso también es válido y merece ser respetado.
Ya sea que te sientas incómoda sin depilarte o estés harta de hacerlo y hayas decidido que ya no más, recuerda que sólo tú puedes decidir qué es lo que te hace sentir bien y nadie tiene derecho a juzgarte.
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