Aunque los conceptos de pérdida y duelo suelen relacionarse sobre todo con la muerte, la realidad es que las pérdidas pueden darse en diferentes ámbitos y niveles, y todas ellas implican un proceso de duelo.
Se vive una pérdida al terminar una relación (de amistad o amorosa), al perder un empleo, al cambiarse de escuela, de casa o de ciudad, y también al perder alguna capacidad física, como la vista, el oído, el habla o la movilidad. Y todas estas pérdidas requieren un proceso para sanar y aceptar.
La película Un milagro inesperado (Penguin Bloom en inglés) gira en torno a este último tipo de pérdidas. Su historia, que está basada en hechos reales, sigue a la familia Bloom, integrada por Sam (Naomi Watts), la madre, Cameron (Andrew Lincoln), el padre, y sus tres hijos.
Se trata de una familia feliz, que se dedica a la apicultura; Cameron también es fotógrafo y Sam es surfista, además de ser una mujer muy activa y animosa. Pero su felicidad se quiebra cuando, en un viaje de vacaciones, Sam cae desde una especie de terraza y se fractura la espalda, lo cual le ocasiona parálisis de la cintura para abajo.
En un instante, su vida cambia por completo. Su nueva condición le impide hacer lo que amaba: viajar, surfear y nadar; además de que ahora depende de los demás para cosas tan básicas como levantarse de la cama o darse un baño.
De un momento a otro, Sam debió enfrentar no sólo la pérdida de la movilidad, sino de la vida que amaba y de todas sus actividades cotidianas. Eso la hunde en la desesperanza, el pesimismo y la desesperación; está frustrada, enojada y desenamorada de la vida, y su estado anímico empieza a generar roces con su familia, pues ella se siente incomprendida.
A partir de aquí puede haber algunos spoilers, así que si no has visto esta película, te recomendamos verla, aprovecha que todavía se está proyectando en varios cines, donde se toman las medidas de prevención necesarias y se guarda la sana distancia. Aquí puedes ver el tráiler por si no te has convencido del todo:
Mientras Sam lucha por tratar de adaptarse a su nueva vida, se encierra en su dolor y a veces se aísla para evitar que su sufrimiento lastime a su familia; Cameron busca formas de animarla, a veces pierde un poco la paciencia y se esfuerza por llevar la casa lo mejor que puede; y Noah (Griffin Murray-Johnston), el mayor de sus hijos, quien se siente culpable por el accidente de su mamá, recopila lo ocurrido y lo que siente al respecto a través de videos y fotografías.
Y es precisamente Noah quien, en una de las salidas a la playa con sus hermanos y su padre, encuentra a una pequeña urraca abandonada, que seguramente cayó de algún nido. Al verla herida e indefensa, decide llevarla a casa para cuidarla mientras crece y aprende a volar.
Cuando Sam ve al ave enmedio de su sala, su reacción es de desagrado y pide que no la mantengan mucho tiempo en la casa. Sin embargo, al quedarse a su cuidado mientras los niños van a la escuela, poco a poco se encariñará con ella y terminará por ser la más interesada en su bienestar.
Muchas veces, cuando rescatas a un animal, en realidad es él quien llega a tu vida para rescatarte a ti, a alguno de tus seres queridos o a toda la familia. Y éste es uno de esos casos.
La urraca, a la que los chicos deciden llamar Penguin (pingüino en inglés), debido a los colores blanco y negro de su plumaje, llegó para ayudar a salvar a esa familia de desmoronarse y, sobre todo, para ayudar a Sam en su proceso de duelo, sanación y aceptación.
Con el paso de los días, al quedarse sola en casa mientras todos salen a hacer sus actividades, Sam encuentra en Penguin un acompañante con quien empieza a sentir empatía y logra identificarse, pues ambas han perdido algo y ambas deben sanar y crecer para poder ser libres y emprender el vuelo.
Y es que, ¿quién no amaría a esa urraca? ¡Penguin es adorable! (y tiene su cuenta de Instagram). Anda por toda la casa, salta de un lado a otro, pía para llamar la atención, y decide adoptar como suyo un changuito de peluche de uno de los chicos, al que empieza a llevar a todos lados. Además, crea un vínculo muy especial con Sam, e incluso parece darse cuenta cuando ella se pone triste o cuando algo malo le ocurre.
A través del amor del ave, la empatía y la identificación que desarrolla con ella, e inspirada por el esfuerzo que realiza al recuperarse y fortalecerse para poder volar, Sam también encuentra la fortaleza para reencontrarse y reconciliarse consigo misma y con la vida que tanto disfrutaba antes del accidente.
Poco a poco, Sam logra superar el duelo y sanar, al aceptar que aunque su vida y sus circunstancias han cambiado drásticamente, la vida sigue siendo bella y digna de ser disfrutada. Se da cuenta que, lejos de aislarse y vivir su sufrimiento en soledad, lo mejor es abrir su corazón a quienes ama y la aman, para apoyarse y seguir adelante juntos.
En ese proceso, Sam también se arma de valor para enfrentar lo que ha descubierto que Noah siente respecto al accidente, ya que fue él quien la animó a subir a la terraza desde la que cayó, por lo que se siente culpable. La madre le hace ver al chico que, por dolorosa que sea la situación, los accidentes ocurren, no se puede tener control sobre ellos y nadie puede predecir en qué momento sucederán, por lo que en esos casos no existen culpables.
Así, luego de estar evasivos por un tiempo, madre e hijo logran reencontrase y reforzar el vínculo que los une al liberar los sentimientos de culpa. A partir de entonces, la relación de Sam con el resto de la familia también mejora, e incluso se anima a probar una nueva actividad acuática: el kayak, donde puede sentirse de nuevo libre, capaz, independiente y en su elemento, sin que sus limitaciones físicas puedan detenerla.
Al igual que Penguin, que finalmente es lo suficientemente fuerte y logra volar en libertad, Sam también se vuelve más fuerte, recupera su libertad emocional al liberarse del sufrimiento y recupera su alegría de vivir. Todo gracias al amor de su familia, a las lecciones que, sin saber, aquella pequeña urraca le enseñó, y por supuesto, gracias a su propia resiliencia.
Después de algunos momentos catárticos, Sam por fin logra dejar ir a la persona que solía ser, para abrazar a la que es ahora, con todo y sus limitaciones, pero también con una mayor resiliencia y con nuevas fortalezas y habilidades por descubrir.
Aunque la historia es sencilla y su argumento un tanto predecible, la interacción de los personajes entre sí y con la urraca le dan un toque conmovedor que logra enamorar a los espectadores. Así, esta película se convierte en una entrañable historia de superación, resiliencia, fortaleza, aceptación y amor.