El dolor es algo que puede transformar a las personas, alejarlas de quienes solían ser y de la forma en la que acostumbraban vivir y relacionarse. Un dolor mal manejado puede destrozar relaciones y vidas.
Si algo me pasa, los quiero (If Anything Happens I Love You) es cortometraje animado que muestra, de una forma maravillosa, el proceso de duelo que vive una pareja ante la pérdida de su hija. La historia los sigue en su día a día, mientras tratan de evadir lo que ha pasado y encontrar algo con lo que llenar el gran vacío que ha quedado en sus vidas.
En sólo 12 minutos, esta historia logra conmover y hace reflexionar acerca de dos temas que han cobrado un peso mucho mayor en la actualidad: el proceso de duelo ante la muerte de un ser querido y la violencia que se vive en el mundo, específicamente en las escuelas donde han ocurrido tiroteos.
Este corto logra plasmar la sensación de desolación e incompletud que los padres sienten, a través de una estética minimalista y un diseño sobrio en blanco y negro, con un estilo de boceto inacabado; todo esto acompañado por algunos toques de color, que aparecen para representar tanto el recuerdo de los momentos felices como la esperanza de la paz que traerá la aceptación.
Algo interesante, es que las sombras de los personajes juegan un papel muy importante, puesto que son las encargadas de mostrar las emociones que éstos guardan. Así, mientras los padres de la niña están quietos y silenciosos, sus sombras plasman emociones como enojo, tristeza, alegría, desesperación, desolación y esperanza.
Si no has visto este cortometraje, te recomendamos verlo primero para evitar spoilers. Está disponible en Netflix y seguro no te arrepentirás de verlo. Si no te has convencido, checa el tráiler aquí:
La historia comienza con una pareja que, a pesar de estar bajo el mismo techo, se percibe una enorme distancia entre ellos, tanto física como emocional: cada uno realiza sus actividades por su lado, pasan los días sin dirigirse la palabra ni mirarse uno a otro, cabizbajos, con la mirada llena de tristeza; y aunque ambos comparten el mismo dolor, cada uno lo sufre en soledad.
A lo largo de la historia, los padres pasan por algunas de las etapas del duelo, como la negación, que se representa cuando la madre pasa frente al cuarto de su hija y, en lugar de entrar, prefiere cerrar la puerta y retirarse. Así trata de evitar los recuerdos, pues teme que éstos le provoquen aún más dolor; evade lo ocurrido para intentar no sufrir más, lo cual es muy común ante una pérdida.
La ira aparece desde el inicio, cuando están sentados en silencio a la mesa, mientras sus sombras en la pared mantienen una intensa discusión. Se ven enojadas, discuten, gritan, se reclaman. Quizás la ira surge en parte de la culpa por no haber podido evitarlo, y se calma cuando se logra aceptar que hay situaciones que no se pueden controlar y mucho menos predecir.
También está presente la tristeza, que se ve plasmada en sus rostros, sus miradas y el desgano con el que se desenvuelven. Y es comprensible que su tristeza sea tan grande, pues, si bien cualquier tipo de muerte resulta dolorosa, aquellas que ocurren a causa de un crimen, pueden llegar a serlo mucho más, tanto por lo repentino e inesperado, como por el acto injusto y atroz que las ocasiona.
Lo que viven estos padres es algo que comúnmente sucede en los procesos de duelo, pues su tristeza es una tristeza contenida: no se han permitido llorarla, desahogarla ni externarla de algún modo. Esto es un paso muy necesario, pues sólo cuando el desahogo ocurre es cuando es posible avanzar hacia la aceptación, mientras que la tristeza reprimida sólo ocasiona más y más dolor y sufrimiento.
La negociación, otra de las etapas del duelo, llega cuando los padres se cuestionan si pudieron haberlo evitado y, a través de sus sombras, se lamentan de que aquel día la niña haya ido a la escuela, e incluso hacen todo lo posible por detenerla.
Esta etapa del duelo es cuando surgen cuestionamientos como ¿Qué hubiera pasado si…? Es también cuando las personas pueden sentir culpa o arrepentimiento al pensar que pudieron hacer algo diferente para evitar la muerte de su ser querido. Y si bien es doloroso, esto es una parte importante del duelo y ayuda a llegar poco a poco a la aceptación, al reconocer las cosas tal como pasaron y aceptar que, los padres en este caso, no tuvieron la culpa de lo sucedido.
Poco a poco, ambos padres empiezan a encontrarse con elementos que, inevitablemente les recuerdan a su hija, como su playera favorita y un balón de futbol, que rueda hacia el cuarto de la niña y golpea el tocadiscos, donde empieza a sonar la canción 1950, de King Princess.
Ese sonido familiar atrae a los padres hacia la habitación. Se sientan en silencio, aún distantes, aún sin mirarse, pero la melodía los transporta 10 años atrás, cuando su pequeña nació, luego hacia sus primeros meses y años de vida, a los momentos felices que vivieron juntos, como el viaje memorable donde compraron aquella playera y la fiesta por su último cumpleaños. Los recuerdos bellos y felices hacen que la pareja dé una tregua a su dolor, su tristeza y su enojo.
Y aunque entre sus memorias también aparece aquel fatídico día que ha opacado su felicidad, el recuerdo de su hija y de los buenos tiempos los ayuda a dejar su burbuja de sufrimiento solitario, para acercarse de nuevo, abrazarse, mirarse a los ojos y, por fin, permitirse desahogar su dolor a través del llanto y con ayuda del amor y el apoyo mutuo.
Esta lección que deja el corto es muy bonita y muy valiosa, pues si bien cada persona tiene procesos de duelo distintos y formas diferentes de afrontar el dolor, lo cierto es que no es algo que se deba vivir en soledad. Es necesario ser capaces de mostrar vulnerabilidad, de reconocer las emociones que se experimentan, de darse permiso de llorar y de no tener pena de pedir apoyo, compañía, empatía y comprensión.
Incluso, si el dolor o cualquiera de las emociones que éste desencadena son demasiado para lidiar con ellos, es totalmente válido buscar ayuda no sólo de amigos, familiares y seres queridos, sino de profesionales, como psicólogos, psiquiatras y terapeutas, quienes te guiarán y apoyarán en el camino hacia la sanación y la aceptación.
Finalmente, el corto termina con una imagen esperanzadora en la que la sombra de la pequeña se suma al abrazo de sus padres, mientras ellos por fin son capaces de ver la luz en medio de la oscuridad, para empezar a avanzar juntos hacia la aceptación y, a través de su amor, vislumbrar un nuevo comienzo en sus vidas, en el que sus corazones hallarán la paz.