Como tantas cosas de la condición humana, la relación que tenemos con nuestro cuerpo suele ser contradictoria. Por un lado, como alguna vez escribió el filósofo Maurice Merleau-Ponty, se trata del medio por el cual habitamos el mundo, es decir, el cuerpo es nuestro punto de contacto con la realidad, a través del cual la percibimos y la experimentamos (de ahí su importancia).
Sin embargo, al mismo tiempo, por razones de orden cultural y también evolutivas, en el ser humano puede presentarse una especie de falta de conexión con el propio cuerpo, como si éste fuera sólo esa “cárcel del alma” de la que habló Platón y, por lo tanto, fuera inferior y se le pudiera subestimar.
En esa ambigüedad suele ocurrir la relación con nuestro cuerpo. Podemos reconocer su importancia y, en otro momento, en la práctica, hacer una y mil cosas que van en su detrimento.
Sanar esta relación requiere sobre todo un gran trabajo para desaprender algunos hábitos adquiridos, además de tiempo y paciencia. En algunos casos, se trata de un proceso que toca efectivamente los ámbitos usualmente asociados con la salud física: la alimentación, el ejercicio, etc.
Pero también es cierto que en buena medida este es un recorrido personal que por momentos puede llevarnos a cuestionar ideas y prejuicios sobre la vida enraizados en lo más profundo de nuestra mente, algunos de los cuales, por antiguos, quizá al principio será difícil mirar y más aún mover para reemplazarlos con nuevos aprendizajes. Sea como fuere, la recompensa vale el trabajo.
A continuación compartimos algunas reflexiones que pueden ayudarte a entender mejor o de otra manera esa relación subjetiva con el cuerpo. Más allá de ser consejos o recomendaciones, son comentarios que tienen el propósito de propiciar una reflexión que provoque el cambio desde dentro, desde la conciencia y la voluntad, lo cual nos parece que es la mejor forma de preparar el terreno. Veamos.
Todo empieza, por supuesto, con el amor. Esto es de alguna manera obvio, pero sabemos también que no es sencillo. En ciertas culturas y sociedades se enseña a mortificar el cuerpo, a mirarlo como un motivo de vergüenza y a subestimarlo. Pero nada de esto es ni provechoso ni cierto.
El cuerpo humano es en sí mismo una obra admirable de la vida y de la evolución. Una síntesis preciosa e improbable de miles y miles de años de una historia que comenzó en la formación de los planetas y las estrellas y culminó, hasta ahora, en este instante del tiempo. ¿No es más bien, todo eso, motivo de orgullo y de amor? ¿No deberíamos sentirnos afortunados de contar con este cuerpo que nos permite estar en este mundo?
En las culturas occidentales, durante mucho tiempo se fomentó la separación entre la mente y el cuerpo. De alguna forma, que seamos seres conscientes de nuestra propia existencia conduce casi inevitablemente a ello, pues con frecuencia el pensamiento avanza más rápido y más lejos que el soporte físico que lo contiene.
No obstante, en materia de bienestar es menester remar contra esa tendencia. Por más que nos parezcan entidades separadas, lo cierto es que la mente y el cuerpo son parte de uno y lo mismo. Todo lo que percibimos como mental se origina en algún punto de nuestro cuerpo, y no nos referimos únicamente al cerebro.
Las cosas que pasan por nuestros ojos, las sensaciones que nos llegan por nuestra piel, los dolores, las emociones que agitan nuestro corazón, la fatiga, la felicidad, el entusiasmo: todo ello tiene su correspondencia corporal que en nuestro caso codificamos bajo un lenguaje y una abstracción, pero uno y otro se necesitan entre sí para existir.
Toma conciencia de esta relación y tu cuerpo se te revelará como un terreno vasto de significantes por descubrir.
A diferencia de otros animales, en el caso de nuestra especie la naturaleza convive con los comportamientos adquiridos de la cultura y la civilización, los cuales no siempre se compaginan con aquélla. El ser humano es quizá el único capaz de aplazar sus necesidades y sus impulsos en aras de otro tipo de propósitos, y si bien esta cualidad es clave en el desarrollo personal y colectivo, también es cierto que es importante ponerla en perspectiva para no descuidar la salud del cuerpo.
En ese sentido, te invitamos a aprender a reconocer las necesidades reales de tu cuerpo y también a aprender a satisfacerlas.
Recalcamos la noción de “real” porque, en el caso del ser humano y la formación de la subjetividad, es común que el cuerpo se convierta en depositario de procesos en los que no siempre es fácil distinguir entre lo psicológico y lo fisiológico.
Así, por ejemplo, hay quienes inconscientemente sienten el impulso por comer o beber cuando se sienten angustiados, o quienes de pronto se sienten cansados ante una situación especialmente adversa. El hambre, la sed o el descanso son, en efecto, necesidades elementales, pero también ocurre que aquello con que de ordinario las satisfacemos se convierte sin darnos cuenta en sustituto de aquello que realmente deseamos.
Obsérvate sin juzgarte ni reprocharte nada. Simplemente toma conciencia de tu comportamiento. ¿Comes sólo cuando tienes hambre? ¿Qué tipo de comida eliges? ¿Hay momentos en que te sientes cansado(a) sin razón aparente? ¿Qué hábitos sientes que juegan en contra de tu bienestar y tu salud? En situaciones emocionales como la tristeza, la angustia, la frustración (entre otras afines), ¿sientes el impulso de comer, fumar o beber? ¿Crees que podrías evitar ese comportamiento y reemplazarlo con uno nuevo?
El consejo que se daba en la antigua Grecia, “Conócete a ti mismo”, es válido para la mente y también para el cuerpo.
El cuerpo que tenemos es único, irremplazable y finito. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer a lo largo de la vida repercute en él, tiene un efecto, algunas veces para bien y otras en perjuicio de su estado. De alguna manera, tomar conciencia del cuerpo significa también comenzar a poner en primer lugar la salud y el bienestar, tanto en lo inmediato como a largo plazo. Después de todo, la vida es una carrera de fondo en la que se llega más lejos cuanto mejor preparados estemos.
¿Qué necesita el cuerpo? De cierta forma, podríamos decir que sus necesidades son muy elementales: comer, beber, moverse y satisfacer la sexualidad. La singularidad humana, es cierto, complica un poco las cosas, pero quizá si comenzamos a pensar así, desde la perspectiva de una vida sencilla y simple, el panorama también se aclare.
Busca información sobre una dieta equilibrada y saludable, conoce los efectos que el consumo de alcohol o de tabaco tiene en tu cuerpo, dale a tu cuerpo más tiempo de movimiento y, en todo ello, date cuenta de los cambios que experimentas. Quizá vas a empezar a dormir mejor, a sentirte con más vigor, te enfermarás menos y es muy posible que casi de inmediato te vas a sentir de mejor ánimo.
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