La muerte es inevitable, esto es algo evidente, enseñado incluso por las religiones y sus grandes maestros, quienes, más allá de toda evolución espiritual, tampoco pueden evitar la muerte del cuerpo.
Justamente esto es lo primero que resulta importante: ser conscientes de que vamos a morir, para no resistirse absurdamente al paso del tiempo y a la naturaleza impermanente de la realidad. Ajahn Chah, un reconocido maestro budista, comparte una serie de consejos basados en las enseñanzas budistas pero que puede aplicar, en gran medida, cualquier persona que busca tener una mente pacífica y, posiblemente, una muerte espiritualmente favorable.
1. Desapega la mente del cuerpo
Es indudable que el cuerpo se encuentra ya en un estado de descomposición -después de cierta edad, todos somos testigos de su progresiva degeneración-. Las enfermedades, los dolores, la mengua de las capacidades, son cosas de todos los días. Esta es la realidad. Sin embargo, la mente no necesariamente debe vivir una degeneración similar, por más que podamos perder ciertas facultades ligadas a la juventud del cerebro. La mente puede seguir manteniéndose fresca, serena e inteligente. Para hacer esto, debe separarse de los acontecimientos del cuerpo, no identificarse con ellos. Al no resistirse a los cambios ni identificarse con ellos, la mente no se deteriora con el cuerpo, no se aflige y no se ve arrastrada por la decadencia. Incluso se vuelve sabia, al contemplar la ecuanimidad ante la impermanencia.
2. No busques negar la muerte
Esto está relacionado a lo anterior, pero específicamente tiene que ver con no mantener una visión materialista y nihilista basada en el miedo, en aferrarse a la vida pensando que la muerte es el fin de toda existencia. En otras palabras, es importante dejar que las cosas se vayan y no aferrarse a la identidad, a etiquetas con las que llenamos nuestra personalidad y demás. Puedes meditar sobre esto, sobre cómo todo cambia y todo se disuelve. Este mismo aliento es único y está ya desapareciendo.
3. Abandona todo lo externo
El budismo enseña que, al acercarse a la muerte, es importante tener una mente calmada, porque esta mente determina el renacimiento -somos lo que pensamos, enseñó el Buda-.
Se recomienda entonces concentrarse en la propia respiración y/o en la recitación de un mantra, y abandonar toda preocupación de objetos materiales o mentales externos. Esto tiene también una verdad simbólica, ya que lo único que nos llevamos de esta vida es nuestra conciencia, ningún otro objeto, por lo cual hay que andar ligeros. La conciencia se refleja, justamente, en la respiración.
4. Abandona el mundo y quédate quieto
Muchas personas al morir se aferran a sus seres queridos, pero el budismo enseña que esta forma de apego es un obstáculo. El mundo continuará por sí mismo. Cuando se acerca la muerte, ya no hay nada que hacer en términos mundanos. Cada persona es responsable de su propia vida. Y la mejor forma de ayudar es estar en paz y lograr una conciencia de sabiduría. Al morir, es necesario cerrar el libro y no mirar atrás. La única responsabilidad que se tiene al morir es liberarse de las ataduras de la mente. Para hacer esto, es necesario cultivar una mente quieta.
5. Encuentra tu verdadero hogar
El budismo enseña que este mundo compuesto, conocido como samsara, no es nuestro verdadero hogar. El verdadero hogar es una paz interna libre todo cambio. Es útil recordar que no debemos preocuparnos demasiado por morir, porque este no es nuestro verdadero hogar, sino sólo un refugio temporal. Y lo mismo ocurre con todos los seres: tampoco es su hogar permanente.
Por último, hay que mencionar lo importante que es que la familia en esos momentos atienda todas las necesidades de quien se encuentra cerca de la muerte, cuidándolo y no exigiéndole atención a sus problemas, para que la persona pueda entregarse a su muerte. Es en estos momentos que los hijos saldan su karma con sus padres -el nacimiento es la muerte y la muerte un nacimiento-. El hijo se convierte en el padre, el padre en el hijo.