Como dice el monje budista francés Matthieu Ricard, "los pensamientos pueden ser tus mejores amigos o tus peores enemigos". Y como reza la frase popular: "La mente es un excelente sirviente pero un pésimo amo". Pensar es una de las características esenciales del ser humano, aquella que le permite elevarse por encima de la naturaleza, resolver problemas e incluso rediseñarse. Como dice Tim Leary: "La mente está diseñada para diseñar realidades". Dicho eso, en el mundo contemporáneo generalmente pensamos demasiado las cosas, vivimos controlados por nuestros propios pensamientos o conceptos y pasamos la mayor parte de nuestras vidas pensando en el futuro y en el pasado, y mucho menos tiempo viviendo el presente: sintiendo, experimentando, dejando que las cosas sucedan, observando, escuchando, cultivando el silencio, etcétera.
Vivimos también en la era de las distracciones, una era en la que somos bombardeados por innumerables estímulos digitales constantemente y en la cual nuestra atención es una preciada divisa. Así, no es de extrañarse que la ansiedad sea una de las enfermedades mentales que más han crecido en los últimos tiempos, y que se haya convertido en uno de los principales problemas de salud del mundo. La ansiedad, que en gran medida tiene que ver con no saber lidiar con nuestros pensamientos, puesto que la materia prima de la ansiedad es el pensamiento. A continuación ofrecemos cinco métodos o estrategias para lidiar con los pensamientos y tomar control pacífico de la mente.
1. Reconoce que los pensamientos nunca dejarán de surgir (pero que son impermanentes)
A veces, cuando una persona empieza a meditar piensa que la meditación se trata de dejar de pensar. Esto es un gran problema, puesto que el solo hecho de querer dejar de pensar -en una persona que no tiene experiencia meditando- suele ser la causa de numerosos y agitados pensamientos. Y frustración por no lograrlo. La meditación se convierte, entonces, en el escenario en el cual contemplamos nuestra miseria y la reforzamos. En cambio, considera la definición de Choögyam Trungpa Ripoche, uno de los grandes maesros budistas del siglo XX, "La meditación es dejar que las cosas sean", es decir, no bloquear y aferrarse a los pensamientos, ideas, conceptos, tensiones, estrés y demás. Dejar que las cosas sean como son. La meditación es ver las cosas como son, sin proyectarles miedo o esperanza. Más que evitar pensar, lo cual es prácticamente imposible (si bien en meditadores avanzados la mente llega a estados de mucha calma, una especie de desierto interior), observa tus pensamientos sin aferrarte a ellos y sin obsesionarte por sus trenes de ideas. No tienes que luchar contra ellos -en vez de construir una presa, deja que fluyan hacia el mar. Deja que se expanda la espaciosidad natural, un campo abierto, una cierta distancia entre el contenido y el contexto donde se genera el contenido. Para hacer esto es útil notar que sea lo que sea, el pensamiento más terrible o sublime, es sólo un pensamiento, como una nube en el cielo, y pronto se desvanacerá -más rápido si uno no se fija demasiado en él, y simplemente lo deja ser. Los pensamientos se alimentan de nuestra atención, la atención es el combustible que le da realidad a las cosas.
Recuerda que todas las cosas, todas las sensaciones, todas las ideas que tenemos e incluso todos los estados mentales y sus conceptos, son impermanentes. Todo está siempre cambiando, surgiendo y desapareciendo. Reconocer esto es el principio para liberarse de la atadura de una cierta condición mental, como puede ser la ansiedad o la obsesión compulsiva.
Reconocer que los pensamientos nunca dejan de surgir pero que todo es impermanente es, por cierto, otra definición de "meditación".
2. Dirige tu atención al cuerpo y aprende a reconocer los efectos del pensamiento en el cuerpo
Los pensamientos obsesivos generalmente tienen una correlación con ciertas sensaciones en el cuerpo, ya sea que se somaticen como dolor o molestia o que tengan una conexión más sutil. Cuando empiezas entrar en una maraña de pensamiento, trata de recordar y en algún momento observar qué está pasando en tu cuerpo. Y poco a poco, en vez de quedarte en ese tren de pensamiento, simplemente observa esa parte de tu cuerpo que sobresale. O simplemente lleva la atención a tu respiración y nota cómo el pensamiento afecta tu ritmo de inhalación y exhalación. Esto es algo que se puede hacer y, de hecho, se práctica frecuentemente con las emociones. Por ejemplo, cuando te enojas trata de observar qué sucede en tu cuerpo. Esto desarrolla un vocabulario corporal, no verbal, que te permite relacionarte con las emociones de otra forma.
3. Cultiva el espacio entre los pensamientos
Si bien es prácticamente imposible dejar de pensar, sí podemos cultivar y hacer más amplio el espacio entre los pensamientos. En diferentes tradiciones orientales como el budismo, el taoísmo y el hinduismo se habla de que el espacio entre los pensamientos es donde reside la conciencia primordial, la cual no tiene un contenido específico y no depende de un objeto; es pura luminosidad, pura potencia cognitiva. Otra forma de decir esto es: cultivar el silencio. El silencio es lo que revitaliza la mente y permite, luego, acceder a estados más sutiles de conciencia.
Cultivar el espacio entre los pensamientos es similar a lo que dijo Debussy, de que "es el espacio entre las notas lo que hace la música". Sin ese espacio, todo sería estridencia caótica disonante. Todo necesita respirar. La música del alma yace entre los pensamientos, en la pausa y en la calma.
Puedes practicar identificando dónde empieza y dónde termina un pensamiento. Un ejemplo: piensa en el color azul, deja que aparezca en tu mente y déjalo que sea. Nota cuando el pensamiento de "azul" se ha desvanecido. Observa si empieza otro pensamiento. Luego intenta hacer más amplios los espacios entre los pensamientos.
4. Sal a caminar
Los pensamientos no existen en un vacío, están relacionados a nuestros hábitos y al espacio en el que vivimos. Cuando uno se queda atorado, repitiendo patrones negativos, a veces lo mejor que uno puede hacer es simplemente salir a caminar, a cambiar de aire y paisaje. Caminar nos obliga, al menos, a poner atención al camino -y nos refresca con objetos y fenómenos que van cambiando. Por otra parte, caminar es algo que ha sido usado por numerosos filósofos como una meditación en movimiento, tanto para poner la mente en blanco como para dejar que se manifieste el inconsciente con ideas creativas.
5. Piensa en los demás
Una de las razones fundamentales por las cuales nos cuesta trabajo lidiar con nuestros pensamientos es que les damos demasiada importancia y nos damos -como personas, como egos- demasiada importancia. Creemos que lo que nos sucede es muy importante y grave y que las cosas que nos ocurren nos definen y se impregnan en nosotros. Si esto te ocurre y no logras soltar, intenta enfocar tu atención en los problemas de los demás. Piensa en alguien más y piensa en cómo puedes ayudarlo. Tan sólo hacer esto es descargar tus propios problemas, los cuales fundamentalmente son problemas por la atención que les pones. Puedes practicar la meditación tibetana de tonglen, la cual está basada en visualizar que absorbes lo negativo de una persona y le emanas luz, amor o energía positiva. O puedes practicar la meditación budista de los cuatro inconmensurables, que se basa en visualizar a diferentes personas y enviarles o simplemente sentirlas con uno de cuatro pensamientos o catalizadores: ecuanimidad, compasión, amor o generosidad y alegría. Estas son técnicas muy poderosas para salirte del ensimismamiento, generar emoción positiva y relacionarte de una forma sana con el mundo.