Los eventos sociales como las fiestas, las reuniones familiares o con amigos, y las celebraciones grandes como las bodas, suelen implicar cierta dosis de nerviosismo, tensión, ansiedad y estrés, tanto para los anfitriones como para los invitados.
Para contrarrestar estas emociones y hacer que el momento sea mucho más placentero y fluya con tranquilidad para todos, puedes aplicar la sabiduría budista a través de las prácticas conocidas como los cuatro brahmaviharas o cuatro inconmensurables.
Según explica el guía de meditación Lodro Rinzler, estas prácticas implican bondad, compasión, alegría y ecuanimidad. Al cultivar estos elementos que forman parte del amor, las reuniones grupales se convertirán en experiencias más gratas para todos los involucrados.
Esta práctica se puede comprender mejor al entender el concepto de amistad. De lo que se trata es de ofrecer un sentido de amistad a ti mismo y a los demás; de amarte primero a ti mismo, para poder amar también a los otros.
No importa si eres anfitrión o invitado, cada evento social es una oportunidad para poner en práctica la bondad amorosa. Aplícala cuando te encuentres en una reunión con las personas que amas, pero también con aquellos que no conoces muy bien, e incluso con los que no son muy de tu agrado.
Evita los prejuicios, las energías negativas y los malos pensamientos, y mejor aprovecha esa oportunidad para desearle amor y felicidad a cada persona que se cruce en tu camino durante la celebración. Deja a un lado las malas expriencias, los rencores y los desencuentros. Desde tu corazón, desea a todos los presentes amor, felicidad, salud, paz y seguridad.
La compasión es el deseo de aliviar el sufrimiento de otro. Al aplicar este concepto en el ámbito de los eventos sociales puedes mostrarte compasivo, por ejemplo, al conversar con las personas que parezcan solitarias o a las que se les dificulte desenvolverse socialmente.
También puedes ayudar a quien veas que necesita algo, como el abuelo cuando quiere mover su silla y no puede, o el niño que trata de alcanzar algo de la mesa. En esos pequeños actos puede manifestarse tu compasión.
Si eres el anfitrión, asegúrate de dedicar un tiempo a cada uno de tus invitados; no dejes a nadie olvidado, pues si están ahí es porque son importantes en tu vida. Y si notas que alguien se siente estresado o abrumado por la celebración, haz lo necesario para ayudarle a recuperar la paz.
Así como la compasión se define al reconocer el sufrimiento de otros, la alegría compasiva se da al reconocer su felicidad. Así, de lo que se trata es de regocijarte en la alegría de los demás.
Deja que la alegría de los demás que están presentes te contagie y te inunde. Observa a las personas que bailan alegres, a los niños que juegan sin importar nada más, a quienes conversan para ponerse al día porque tenían tiempo sin verse. Déjate llevar por la energía del momento y disfruta junto con ellos.
Y si eres el anfitrión, practica la alegría compasiva al no enfocar toda la atención ni todas las conversaciones en ti mismo. Busca a los demás y escúchalos, muestra interés en lo que tengan que contar y muéstrate feliz por sus alegrías.
Esta práctica se refiere a mantener tu corazón abierto para ser lo suficientemente receptivo e incluyente, de modo que todos los que se encuentran en el evento junto contigo puedan ser receptores de tu amor.
Esto implica ser amable con todos: con los que conoces, con los que no, con los que te agradan y con los que no, y si es una fiesta muy grande, también con las personas que se encuentran trabajando en el evento, como los meseros, las personas que se encargan de la limpieza, los músicos o el DJ, etcétera.
Al aplicar estos cuatro puntos podrás disfrutar más y mejor de cada evento, sin caer en emociones y actitudes negativas de quejarte, criticar o juzgar. En lugar de eso, serás capaz de encontrar la alegría en los detalles más pequeños y de poner en práctica tus capacidades de amor y empatía.