El sexo en el ser humano no sólo tiene una función reproductiva; tiene una función eminentemente emocional, de vinculación de las personas e incluso una posibilidad espiritual. Pero para poder vivir el sexo en toda su plenitud y potencial, es necesario no verlo como un evento casual en el cual simplemente sentimos placer por unos momentos y aliviamos nuestra tensión.
El sexo en sí mismo puede convertirse en una práctica espiritual, de autoconocimiento y exploración de la energía del cuerpo. Esta es la forma en la que se entiende y practica en las tradiciones tántricas. Fundamental a éstas, que se basan en la utilización de la energía para alcanzar estados sutiles de conciencia, es que el hombre pueda retener la eyaculación, ya que de otra manera la energía se pierde y esto impide que se pueda seguir profundizando en la unidad del gozo y la sabiduría. El académico y traductor de textos budistas Roger Jackson explica:
Una de las razones por las cuales la sexualidad puede usarse yóguicamente es que, más que cualquier otra actividad humana, el intercambio sexual, incluso en un contexto "ordinario", tiene el efecto de hacer que fluya la energía en el canal central, aquietando la mente conceptual, induciendo placer y derritiendo la gota blanca del chakra corona, que luego es "emitida" en el momento del orgasmo [...] En general, los éxtasis del tantra son posibles si, en vez de ser emitida al tiempo del orgasmo, la gota blanca se retiene, y el propio gozo es combinado con el entendimiento de la naturaleza vacía de los fenómenos, lo cual puede ser la base para la propia transformación en una deidad búdica. Por lo tanto, las prácticas tántricas requieren de enorme disciplina y autocontrol físico y mental. Irónicamente utilizan el "deseo" para acelerar el logro de la iluminación, pero no pueden ser practicadas de manera exitosa por personas en quienes el deseo no es controlado y la realidad no es entendida.
Aunque esto nos introduce a conceptos sumamente técnicos del tantra budista, cuyo fin es alcanzar la budeidad (o despertar), de cualquier manera estos mismos principios se pueden aplicar simplemente para una sexualidad plena que tiene como objetivo una experiencia espiritual, de comunión energética entre una pareja y el individuo mismo y la fuente de esa energía que se manifiesta igualmente en el sexo humano y en la creación del universo.
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