Todos podemos tener un amigo o amiga cercana a quien quisiéramos ayudar en sus momentos más intensos y difíciles, sin embargo, a veces, no es tan sencillo como creemos. En ocasiones los problemas de quien amamos pueden instalarse lentamente en nosotros debido a la cercanía y apertura por el deseo de ayudar y de estar ahí incondicionalmente. Esta situación de disponibilidad es muy útil para reconfortar a quien nos comparte sus problemas mientras no se haga parte de nuestra integridad emocional.
Habrá momentos en los que nuestra ayuda ya no sea suficiente o no sea la indicada y necesitamos reconocer cuando aquella persona tan querida requiere atención profesional. Esta situación es compleja y requiere mucho tacto para abordarse. No siempre es fácil lograr que alguien nos escuche en el momento de decirle que necesita buscar ayuda cuando sus problemas lo están desbordando. Es usual que la persona, por más confianza que nos tenga, pueda sentirse juzgada por nuestra opinión privilegiada y, a fin de cuentas ajena, fuera del “ojo del huracán”.
Es natural que sintamos deseos de ayudar cuando nuestros seres queridos están en conflicto y claramente necesitan una ayuda que quizá no se atrevan a pedir por diversos y muy personales motivos. No siempre tenemos las palabras exactas o el suficiente consuelo, e incluso podemos carecer de herramientas concretas cuando la ayuda debe proveerse de manera específica. Por eso, lo mejor que podemos hacer, con todo el tacto del mundo, sería invitar a nuestro amigo o amiga a probar ayuda profesional y acorde a su situación. Es muy importante saber escuchar y no dar por sentada ninguna posible solución hasta no conocer mínimamente la historia de los problemas.
Un buen comienzo para comunicar a tu amigo o amiga que trate de atenderse, es invitarle a la meditación y reflexión de sus problemas y hacerle saber que hay gente con las herramientas necesarias para ayudarle. La decisión deberá llegar de su parte y, la única manera de que eso ocurra, es cuando la persona se ha concientizado de su situación, sobre todo cuando se le sale de las manos y la presión o sufrimiento se está volviendo muy constante o insoportable.
Intenta que la comunicación entre ustedes sea lo más clara posible para que ninguna de tus opiniones suene como una orden, respetando en todo momento su privacidad. Que tu interés por ayudar sea evidente, por supuesto, pero sin olvidar que la decisión no dependerá de ti. Quizá puedas conseguir algunos contactos de gente profesional y tenerlos a la mano sólo si se presenta la oportunidad, para evitar que cualquier intención de tu parte se sienta como imposición. No olvides la vulnerabilidad en que se encuentra tu amiga o amigo. Sé paciente, muéstrale una actitud de disposición y no dejes de escuchar, porque eso es lo más valioso que podemos ofrecer en circunstancias así.