¿Has visto la película Intensa Mente? Si no lo has hecho, te recomendamos verla, pues a pesar de ser una cinta animada para niños tiene una lección muy importante para los adultos: la importancia de aprender a aceptar todas las emociones, incluso las que se consideran negativas, para poder manejarlas adecuadamente y tener un equilibrio emocional.
Desde la infancia, a la mayoría de las personas se les inculca la idea de que las emociones como el enojo o la tristeza son malas y, por lo tanto, se deben anular y ocultar. Sin embargo, hay situaciones que hacen inevitable sentirlas, y al reprimirlas sólo se ocasionan daños emocionales y físicos.
Por eso, aunque el enojo sea tan mal visto, es importante que sepas que se trata de una emoción y una reacción de lo más normal. El problema surge cuando la emoción no fluye y te hace reaccionar de forma violenta o agresiva y hacer o decir cosas que hieren y hacen daño.
Esto te puede acarrear problemas con tus seres queridos, en el trabajo o en tus relaciones cotidianas con el resto de la humanidad. Y también en tu estado de salud física y emocional. Por ello, es importante que aprendas a conocer tu enojo, qué lo motiva, cómo actúa en tu organismo y cómo puedes hacer para canalizarlo y liberarlo sin que te afecte a ti ni a los demás.
Al igual que el estrés, el enojo es una reacción del organismo ante factores externos que se consideran como una amenaza, así que prepara al cuerpo para defenderse ante ella. De acuerdo con la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), el enojo inspira sentimientos intensos, con frecuencia agresivos, y conductas que permiten luchar y defenderse ante un ataque.
La ira aparece ante una gran variedad de factores, como situaciones frustrantes y estresantes, ante las injusticias que te perjudican, cuando algo o alguien afecta a ti o a los tuyos, cuando se te hace un reclamo injustificado, al descubrir un engaño y cuando tu amor propio se ve herido.
Todas las personas se enojan a lo largo de la vida, pero aquellas con una baja tolerancia a la frustración son quienes caen con más frecuencia en esta emoción y quienes suelen enojarse incluso por cosas que parecen tener poca o nula importancia.
Por eso es necesario que analices qué desencadena tu enojo, para que reflexiones sobre la relevancia o no de la causa y aprendas, poco a poco, a mantener la calma cuando ocurran esas situaciones que lo desencadenan y que no son importantes.
Cuando te enojas, tu frecuencia cardiaca y presión arterial se elevan y el cerebro produce una gran cantidad de las llamadas hormonas de energía, la adrenalina y la noradrenalina, que se encargan de mantenerte alerta y listo para la batalla, además de que despiertan la respuesta de agresividad.
La ira demanda mayor oxígeno en el organismo y esto hace que la respiración se acelere. La tensión provoca que las arterias se contraigan y aumenta la cantidad de células grasas en ellas, lo cual hace que el colesterol malo se eleve. Además, los cambios metabólicos que produce el enojo favorecen que ciertas sustancias se adhieran a las paredes de las arterias y, con el paso de los años, éstas llegan a cerrarse.
Por otro lado, el desbalance hormonal retarda el metabolismo y se producen demasiados ácidos gástricos, lo que llega a provocar úlceras o reflujo, y también se incrementa el hambre.
Al ver todas las reacciones que produce el enojo en el organismo, puedes comprender por qué afecta a la salud física si se convierte en una emoción constante que no sabes manejar.
Como ya mencionamos, la reacción natural del enojo es la agresividad. Por eso, cuando una persona desata tu ira, es normal que reacciones con agresiones verbales e incluso físicas, o que te den ganas de tirar o golpear algo. Además, el estado de alteración hace que exageres las cosas y reclames de más por algo que, en realidad, no era para tanto.
Por eso, lo mejor ante un ataque de furia es salir del lugar en el que te encuentras y evitar esas discusiones en las que tú y las otras personas involucradas podrían terminar heridas y la relación podría verse afectada.
Haz una pausa, sal a caminar y despéjate. Trata de controlar tu respiración y comienza a hacerlo lenta y profundamente. Si te es posible en ese momento haz algo de ejercicio; éste ayuda a canalizar y liberar la energía contenida, además de que produce las hormonas que generan bienestar y alegría.
Una vez que estés tranquilo podrás volver y aclarar la situación que provocó tu enojo, ya con calma y empatía, sin agresiones ni reacciones violentas. Además, analiza qué fue exactamente lo que te puso iracundo y trata de encontrar soluciones para evitar que ocurra o al menos, para que no te pase de manera tan frecuente.
Por ejemplo, si te enoja que las personas a las que citas siempre lleguen tarde, evítate el disgusto y cítalas 30 minutos (o el tiempo que acostumbran retrasarse) antes de la hora en que piensas llegar. Es una mentira piadosa que te evitará muchos enojos.
Si lo que te enfurece es el tránsito vehicular que encuentras en tu trayecto cotidiano, puedes buscar rutas alternas. También tienes la opción de probar otras formas de transporte, como moto o bicicleta, o viajar en transporte público, donde tienes la posibilidad de hacer más ameno el trayecto al leer un libro, ver alguna serie o película en tu celular, o escuchar tu música favorita. Busca la solución más sencilla para evitarte esos pequeños enojos que se pueden transformar en una enorme furia.
Lo que no debes hacer es reprimir el enojo, porque la ira contenida te mantendrá en un estado de hostilidad que acabará por alejarte de las personas, además de que dañará tu salud física, tanto por la reacción que el enojo produce como por la somatización de las emociones no expresadas.
La APA recomienda buscar ayuda profesional para el manejo del enojo cuando esta emoción se sale de control y afecta tus relaciones y tu vida en general, cuando constantemente te hace actuar de forma agresiva y violenta, o cuando has llegado al punto en el que te enojas incluso por cosas que no deberían generar esa reacción en ti.
Los profesionales de la salud mental te pueden ayudar a canalizar esa energía y a encontrar técnicas para tranquilizarte, para cambiar tu pensamiento y conducta.
De acuerdo con la APA, cuando una persona que se enoja mucho busca ayuda profesional puede reducir su nivel de ira en un período aproximado de entre 8 y 10 semanas, según las circunstancias y las técnicas de asesoría utilizadas.